lunes, 15 de abril de 2013

RECUERDOS: LOS JUEGOS INFANTILES, I

Niños jugando
Niños jugando con el aro


LOS JUEGOS INFANTILES, 

Los juegos infantiles es una preparación  del futuro. el niño juega para adquirir habilidades que después en la edad adulta necesitará para su vida ciudadana y profesional.

Esto aunque parezca extraño, tiene unas hondas implicaciones políticas. Así en los regímenes de auténtica libertad individual, los juegos serán preferentemente individualistas, o de grupo reducido, y se prestará principal atención a la inteligencia y formación, o a las cualidades que pueden dar superioridad. En cambio en regímenes dictatoriales, los juegos tenderán a hacerse en equipo, y no poner demasiado celo en la formación, creatividad...para ir acostumbrando al niño a ser el día de mañana, no un ente individualista,  sino un miembro de la masa, mucho más fácil de manajar.

Mucho tiempo atrás, se vivió claramente, al ver cómo el juego infantil, vario, multiforme, a partir de la dictadura de Primo de Rivera y de Franco, empezó a ser sustituido  por el juego "en equipo", principalmente el fútbol.

Los juegos que se hacian por entonces, nos acompañaban en las excursiones al campo, "giras"en la que la orilla del río, o la explanada servian de marco a los diversos juegos, eso sí, diferenciados entre niños y niñas.

Había un curioso calendario de juegos, condicionado a las estaciones del año, así como el sentido de la moda y la tradición.  Naturalmente que el jugar a las Cruces de Mayo, obedecía a una dependencia del calendario religioso, como el poner el Nacimiento y hacer el castillo de Herodes, el  "río", ...también el jugar a las chapas con las tapas de hojalata de las botellas de cervezas, dependía de una razón climatológica, y también por la misma razón se podía practicar el juego de cazar "zapateros", o sea libélulas, pues es en esta época cuando aparecen estos insectos.

El calendario de los juegos masculinos, iba en esta sucesión:

Enero, como hacía frío y no se podía salir mucho a la calle, se hacían juegos en casa, tales como poner en el pasillo o galería del patio las sillas tendidas, jugando a que aquello era un TREN. También se practicaba una gimnansia circense que consistía en hacer EL PINO, piniendo las manos en el suelo y echando los piés a lo alto, con apoyo de la pared, dar la VUELTAS DE CAMPANA, (vulgarmente, Campaná). Habilidades que adquirían gran prestigio y diversión entre la chiquillería.

Febrero y Marzo: las lluvias ofrecían la oportunidad de echarse una manta por la cabeza, dos o tres niños y contemplar cuántos goterones caían sobre los charcos. Se cantaban cancioncillas alusivas a la lluvia:

"Que llueva que llueva,
la Virgen de la Cueva,
los pajaritos cantan
las nubes se levantan
 que sí, que no 
que caiga un chaparrón
con azúcar y turrón
que rompa los cristales
de la estación...

Otro juego era , Los Zancos , andar sobre los charcos sin mojarse los piés, los que no podían hacerse con ellos, se conformaban con hacer pompas de jabón , para lo que se rallaba un poco de jabón sobre un cacharrito con agua, y con ese líquido se hacían las pompas, mediante una pajita o canutillo, (imitación, por supuesto, del soplado de la Fábrica de  Vidrio de  La Trinidad.), las pompas se echaban desde el balcón o azotea a la calle, o la galería del Corral de Vecinos, al patio.

Otro juego en verano era los de Las Chinas, y también Los Palillos, también se jugaba a las Bolas y al Trompo. En mayo, las Cruces de Mayo...¡Qué grandes e inolvidables recuerdos, aquí participaba, prácticamente toda la familia, de una manera u otra! Los "Tambores", hechos con latas de conserva de atún en escabeche, que eran  más grandes que las de tomates y daba más "realismo" en el tamaño.

En junio, con una tabla y tres ruedas de cojinetes de bolas de redamientos, se construían los niños carritos para montar , especie de "patinete", por la clase de ruedas podían coger gran velocidad.

Los niños más pequeños, de seis a once años, el juego del aro, con un aro comprado, pero los chavales más mayorcitos, preferían un aro sacado de las viejas ruedas de un coche. Cuando se juntaban varios muchachos de doce a catorce años jugaban a juegos calificados de "brutos", por las niñas.  Eran estos EL ABEJORRO, (sí que eran brutos, carámba), consistía en atizar bofetadas al que estaba de espalda y que tenía la obligación de volverse hacia el agresor pero con la habilidad de "adivinar" por qué lado iba a llegar la bofetada, si no acertaba, ¡Zás! Bofetón estupendo en los morros.

Otro juego que era considerado de "bruto" era la TORRE DE BABEL, también era "mú apañao".

En las calles por donde pasaba en tranvía, los niños solían poner sobre los railes "fósforos de trueno" llamados también "triquitraques" que vendían en los puestecillos de chuches. Al pasar el tranvía sobre ellos producían una serie de explosiones, como las de una traca, con gran divertimento para la panda.

En pleno verano, aparte de de ir a bañarse al río, (con o sin permiso de los padres), el construir cometas con dos tiras de caña cruzadas sobre las que se montaba un rectángulo de hilo, sobre este armazón se pegaba el papel. La cometa podía ser de forma octogonal, o triangular. se colgaba una cola de trozos de papel enrrollados, o pedacitos de tela de colorines. Estas cometas, vulgarmente llamadas PANDEROS se iban a remontar a la Barqueta, a la Cruz de Campo, la calle Betis, en Triana...los días que soplaba más el viento.

También era popular los juegos de al "Coger" y el "Escondite" y los "instrumentos" que se hacían con los huesos de frutas, al convertirlos en silbatos que producian al soplar un silbido estridente. "LAS BOLAS" era otro y tenían sus "categorías que se respetaban escrupulosamente su "cotización"; cinco bolas de barro valía una de cristal, y las de acero, eso ya era el colmo del "postín", su precio, quince céntimos.


Había un juego que tenía mucha "guasa" gamberrada de primera, consistía en en atar una o más latas al rabo de los gatos, los cuales corrían desesperadamente dando alaridos de miedo, al sentirse "perseguidos" por aquél ruidoso artefacto.  
En Sevilla, las "PEDREAS" del barrio de Triana, mediantes expediciones concertadas para encontrarse en la calle Torneo a mitad de camino, y descalabrarse allí, por donde entonces no pasaba nadie. Las pedreas eran por la tarde, y el bando que se sentía derrotado emprendía la retirada llevándose sus descalabrados, a curarlos en la Casa de Socorro de Triana o en el Hospital de la Macarena.

Después de estos juegos "brutos", al llegar a casa, llenos de barro, y de todo lo sucio, con las ropas rotas, se nos recibía con clamor, unos gritos de nuestras santas madres que decían que las "íbamos a matar a disgustos y sustos". Después intervenía el padre, que sin gritos ni clamores, arreaba dos bofetadas espectáculares que tiraban de espaldas. 

Todo esto que la psicología moderna ha inventado de que los a  niños  no hay que darles  sopapos porque se  sienten frustrados, y porque pueden sufrir complejos, no pasa de ser una invención ridícula. Para nosotros los cachetes era la expresión de un perfecto equilibrio  de la justicia, y aprendizaje moral. Nosotros habíamos ido a robar remolachas, nos subíamos  a los árboles y a las Murallas, atado una lata a un rabo de gato, apedrearnos como unos "machotes", rompiéndonos las ropas, sabíamos  que mereciamos un castigo, eso no  se podía hacer, estaba mal y prohíbido, unas gamberradas punibles a sabiendas que era unos actos malos. Lo habíamos hecho, porque nos parecía viril y por llevar la contraria a la Ley, así que la Ley nos atizaba y estábamos en paz.


El inocente juego de "La Rueda".



  Basado en el libro:

"La Sevilla que se nos fue" 
José Mª de Mena- Ed; Castillejo
4ª edición, 1994.

También en algunas vivencias 
 en mi infancia con mi hermano.
Verano de los 70, divertidas tardes en La Caleta de Cádiz



(Continuará).