Hombres comprendan from target="_blank">franconetti
miércoles, 25 de septiembre de 2013
lunes, 23 de septiembre de 2013
Leyendas de Sevilla: El misterio de La Casa de las Sirenas.
Leyendas de Sevilla: El misterio de La Casa de las Sirenas.: Previa autorización de su autor, ofrezco a mi seguidores la mejor versión que me ha llegado sobre los orígenes, historia y evolución en el tiempo de esta señorial casa. Y añado, recomiendo éste blog, unos de los más destacados y completos que sigo.
Disfrútelo, amigos.
Disfrútelo, amigos.
DEFINICIONES DE UN GADITANO
Puertas de Tierra: (Puertatierra) |
BROMEAR: hacer pis contando chistes...
ESMALTE: y mañana mielcole...
COBRE: y deme el cambio...
Estas "Definiciones", son de un amigo gaditano, cuyo blog recomiendo a todos mis seguidores:
http://estoespasionporcadiz.blogspot.com.es
Playa de La Caleta. |
Nuestro grupo y profesores en el Bicentrnario de la "Pepa". |
domingo, 22 de septiembre de 2013
RECUPERANDO LA MEMORIA DE SEVILLA, IX
El comercio de principios del siglo XX, tenía en Sevilla unas características muy curiosas. Como no había prisa, la gente iba a comprar y a pasar la tarde. En las tiendas de tejidos, había sillas para sentarse ante el mostrador, y los dependientes iban sacando las piezas de tela para que clientas o clientes eligieran a su gusto.
Entre los comercios más acreditados y lujosos algunos con suelo de marmol y con escaleras alfombradas, otros instalados en antiguas casonas señoriales con patio de columnas, "La Ciudad de Sevilla", y "Peyré" en calle Francos. "La Nueva Ciudad", entre Chapineros y Francos, también estaba "Casa Velasco", especializada en tiras bordadas y diversos artículos de labores primorosas. Uno muy destacado era los "Almacenes del Duque" y "Casa Santos", en Velázquez, que fueron quizás los primeros que se anunciaron en la radio con un programa animado, en vez de con un simple anuncio por palabras.
También fueron famosos los almacenes "Los Bilbaínos", en la esquina de Rioja con Tetuán donde después se establecería el elegante, "Gran Café Brizt", una verdadera joya arquitectónica, lamentablemente desaparecido, para dolor de los sevillanos.
Había dos grandes colosos que competían en ventas de ropa hecha: los "Almacenes el Águila", quizás el primero en instalar ascensor, y Pedro Roldán, en la Plaza del Pan. El tercero en discordia era "Fermín Alfaro", los tres se disputaban la clientela en todos los terrenos: uniformes militares, de músicos, ordenanzas de ministerios, servicio de casa y lacayos de casas nobles, trajes camperos y de novias. Los precios no eran caros, calidad-precio.
Las personas medianamente pudientes no compraban las camisas hechas, sino que se las hacían a medida, en "Manuel Gallardo", en la calle Alcaicería, o en la camisería Lorite, en Plaza del Duque.
Era frecuente ir por la calle cubierto por aquellos tiempos, había establecimientos de este ramo muy florescientes: "Padilla", en La Campana, Maquedano en Sierpes. En cuanto a gorrerías, especializadas, para taxistas, militares, estaba "Espinosa", en S. Isidoro...
¿Y la librerías? Las más conocidas eran "Sanz", en Sierpes, y que era ya muy veterana, había sido fundada en 1878, "Pascual Lázaro", en calle Francos, que después puso una sucursal en Sierpes. Allá por los años treinta existía la librería "Eulogio de las Heras", en Sierpes.
Un recorrido por las calles sevillanas nos enseñaría como estaba distribuido el comercio entre las calles: Sierpes, Tetuán, Gallegos, Francos, Cuna, Puente y Pellón, como principales arterias, en segundo lugar, la Plaza del Duque.
Eran destacados comercios los bazares y tiendas de regalos entre los más significativos estaban: Bazar "La Unión", en Tetuán 42, en este establecimiento se vendían bisutería fina, perfumería, juguetería, arañas y candelabros..."Bazar Sevillano", Tetuán 8, y Lombardos 1. Se anunciaba como la primera casa en objeto de regalo y novedades traídas de París, Londres y Viena. "Bazar España", enorme y diverso. "Bazar Americano", en Sierpes 23. vendía camas de bronce y de hierro y muebles de lujo.
En cuanto a ferreterías, como las más importantes estaban "La Llave", en la calle Cuna 51 y "Ferretería Lázaro", en San Jacinto, 8, en Triana. (Su dueño, Ricardo Lázaro, y su esposa, Manuela, fueron padrinos de bautismo de mi hermano Eusebio y mío, unas personas extraordinarias).
Ah, las tiendas de comestibles de la época, eran en parte propiedad de santaderinos y leoneses, que venían a Sevilla, se colocaban como dependientes y mozo de reparto , pasaban muchos años ahorrando el jornal entero (comían en la casa del patrón, y dormían en la misma tienda, bajo el mostrador, así no gastaban nada en hospedaje y acababan por establecerse poniendo tienda propia, asesorado y apoyado por su patrón. Los sevillanos y andaluces, en general, les conocíamos por "montañeses".
De los establecimientos de los "montañeses" que más fama alcanzaron, puede citarse "Las Siete Puertas" (comestibles y bar), en La Europa, "Casa Abilio" (comestibles y bar), en Hernán Cortés, "La Alhambra" (comestibles y bar), en calle Feria "El Rinconcillo", en Gerona, el establecimiento más antiguo en Sevilla de su género, data del último cuarto del siglo XVI. "Casa Inocencio", en Relator...
El que dejó profunda huella fue el famosísimo "Casa Marciano", el primero en hacer las Cestas de Navidad, sus productos, de lo bueno lo mejor.
"El Reloj", en la calle Arfe, propiedad de Fernando Ortiz. "La Flor de la Sierra", en Velázquez, "La Gloria, en Puente y Pellón, "El Grano de Anís", en Martín Villa, y por supuesto, "La Flor de Toranzo", (nombre del Valle de Toranzo, Santander, muy popular, en Jimios, su propietario, Venancio Gómez, apodado "Trifón".
Las freidurías más conocidas eran la "Pescadería Malagueña" en Velázquez y la de la calle Lumbreras, especializada en Pavías de Bacalao. En el rigor del verano el lugar más concurrido de Sevilla era la Alameda de Hércules, donde había numerosos bares con terraza al aire libre, entre ellos el popular, "Puesto de Cristales" el de "Vigil", eran muchos. Los sevillanos acudían allí por las noches a cenar su "pescaíto", acompañado de vino tinto con gaseosa, (aún no se había inventado el "Tinto de Verano"), o cerveza, y naturalmente, había que comprar el pescado en la calle Lumbreras, o en la de La Europa, lo más frecuente era comprar pavías, rodajas de pescada, cazón en adobo, calamares y pedacitos. Se compraba también unos "ochos", "picos" de pan sin migas, crujientes y apetitosos que tenían tres círculos, (los niños, en cuanto nos comíamos el primero, nos divertíamos poniéndolos como "gafas"), también fue popular la regañá, torta de pan fina y dura de origen judío, cuando se tenía "posibles", además un manojito de rábanillos fresquitos.
En la Alameda, los bares tenían atracciones para distraer al público: Unos montaban un telón de cine, y proyectaban películas cómicas de Tomasín, o la aventuras de "La tribu de los Pies Negros", de luchas entre indios y vaqueros, aún no se había inventado el cine sonoro. Otros bares contrataban a la popularísimas "Murgas Sevillanas", (su historia y evolución está incluída en éste blog, "Hª y Curiosidades de Sevilla", "Temas Sevillanos").
Explicado todo lo que antecede, puede ya comprenderse unas sevillanas del inolvidable trovador de Sevilla, "El Pali":
Un recorrido por las calles sevillanas nos enseñaría como estaba distribuido el comercio entre las calles: Sierpes, Tetuán, Gallegos, Francos, Cuna, Puente y Pellón, como principales arterias, en segundo lugar, la Plaza del Duque.
Eran destacados comercios los bazares y tiendas de regalos entre los más significativos estaban: Bazar "La Unión", en Tetuán 42, en este establecimiento se vendían bisutería fina, perfumería, juguetería, arañas y candelabros..."Bazar Sevillano", Tetuán 8, y Lombardos 1. Se anunciaba como la primera casa en objeto de regalo y novedades traídas de París, Londres y Viena. "Bazar España", enorme y diverso. "Bazar Americano", en Sierpes 23. vendía camas de bronce y de hierro y muebles de lujo.
D. Ricardo Lázaro. |
Ah, las tiendas de comestibles de la época, eran en parte propiedad de santaderinos y leoneses, que venían a Sevilla, se colocaban como dependientes y mozo de reparto , pasaban muchos años ahorrando el jornal entero (comían en la casa del patrón, y dormían en la misma tienda, bajo el mostrador, así no gastaban nada en hospedaje y acababan por establecerse poniendo tienda propia, asesorado y apoyado por su patrón. Los sevillanos y andaluces, en general, les conocíamos por "montañeses".
Casa Marciano. |
El que dejó profunda huella fue el famosísimo "Casa Marciano", el primero en hacer las Cestas de Navidad, sus productos, de lo bueno lo mejor.
"El Reloj", en la calle Arfe, propiedad de Fernando Ortiz. "La Flor de la Sierra", en Velázquez, "La Gloria, en Puente y Pellón, "El Grano de Anís", en Martín Villa, y por supuesto, "La Flor de Toranzo", (nombre del Valle de Toranzo, Santander, muy popular, en Jimios, su propietario, Venancio Gómez, apodado "Trifón".
Las freidurías más conocidas eran la "Pescadería Malagueña" en Velázquez y la de la calle Lumbreras, especializada en Pavías de Bacalao. En el rigor del verano el lugar más concurrido de Sevilla era la Alameda de Hércules, donde había numerosos bares con terraza al aire libre, entre ellos el popular, "Puesto de Cristales" el de "Vigil", eran muchos. Los sevillanos acudían allí por las noches a cenar su "pescaíto", acompañado de vino tinto con gaseosa, (aún no se había inventado el "Tinto de Verano"), o cerveza, y naturalmente, había que comprar el pescado en la calle Lumbreras, o en la de La Europa, lo más frecuente era comprar pavías, rodajas de pescada, cazón en adobo, calamares y pedacitos. Se compraba también unos "ochos", "picos" de pan sin migas, crujientes y apetitosos que tenían tres círculos, (los niños, en cuanto nos comíamos el primero, nos divertíamos poniéndolos como "gafas"), también fue popular la regañá, torta de pan fina y dura de origen judío, cuando se tenía "posibles", además un manojito de rábanillos fresquitos.
Foto: Javier Osuma García, | (cedida). |
Explicado todo lo que antecede, puede ya comprenderse unas sevillanas del inolvidable trovador de Sevilla, "El Pali":
En la puerta de Correos
tú me has citao
pá ir a las Lumbreras
por bacalao.
Y tú te empeñas
en ir a ver la Murga
der Regaera...
Queda por aclarar que el citarse en la puerta de Correos para ir a Las Lumbreras no resultaba descabellado, ya que Correos estaba entonces en la calle Amor de Dios, frente al Teatro Cervantes. También en Triana eran frecuentes y la Plaza del Altozano y calle Betis era costumbre muy arraigada.
Eran famosas las perfumerías. Destacamos "La Perfumería Andaluza", en Cerrajería, y "La Casa de las Esencias", en la Plaza del Salvador.
En confiterías había tres muy célebres, la primera era "La Campana", fundada en 1885, esquina a Sierpes, con gusto exquisito que se ha mantenido través de los siglos. "La Española", en Tetuán. "Ochoa", en calle Sierpes, con saloncito de té al que iban a merendar las señoras.
La publicidad se fue introducindo, y en los escaparates, en donde se exponían los artículos a vender, se añadían objetos que llaman la atención, a veces, obras de arte, en las tiendas de tejidos, muñecos con movimientos, en los comestibles, una vaca que movía la cabeza haciendo sonar el cencerro, o un negrito que bailaba entre los chocolates.
Una costumbre muy arraigada era que en los escaparates hacían verdaderos alardes de buen gusto en las fiestas solemnes como el Corpus Chisti, la Inmaculada, Navidad y Semana Santa, pero destacaba sobre todas la del el Corpus, en las mejores tiendas sevillanas, rivalizando en el adorno y exhornándolos con objetos alusivos a la festividad. Así "Peyré" ponía un verdadero y primoroso altar, con ricos paños blancos y ángeles arrodillados entre flores preciosas. En otra ocasión puso maniquíes vestidos con el trajecito de los "seises", entre romeros y objetos religiosos de plata. En los años 40, "Izquierdo Benito", una de las más prestigiosas pañerías, ponía unos bellísimos y primorosos trabajos de papel recortados a tijera, algunos de los cuáles merecerían ser recogido en un museo de Artes Decorativas. Entonces, la publicidad era considerada casi un arte en muchos casos, nada que ver con la actualidad, salvo pocas.
Muchos que cumplieron los 55, recordarán sin duda la publicidad en la radio en canciocillas ritmicas, simpáticas y curiosas, como la del negrito del "Cola-Cao", el "Orión", hojas de afeitar "Palmera", flan "El Mandarín", y los célebres paraguas de "Casa Rubio", entre otros...
Recordemos la publicidad de "Granjas las Beatas", que decía:
Basado en :
"La Sevilla que se nos fue"
José Mª de Mena.
Ed, Castillejo, 4ª Ed.
La publicidad se fue introducindo, y en los escaparates, en donde se exponían los artículos a vender, se añadían objetos que llaman la atención, a veces, obras de arte, en las tiendas de tejidos, muñecos con movimientos, en los comestibles, una vaca que movía la cabeza haciendo sonar el cencerro, o un negrito que bailaba entre los chocolates.
Una costumbre muy arraigada era que en los escaparates hacían verdaderos alardes de buen gusto en las fiestas solemnes como el Corpus Chisti, la Inmaculada, Navidad y Semana Santa, pero destacaba sobre todas la del el Corpus, en las mejores tiendas sevillanas, rivalizando en el adorno y exhornándolos con objetos alusivos a la festividad. Así "Peyré" ponía un verdadero y primoroso altar, con ricos paños blancos y ángeles arrodillados entre flores preciosas. En otra ocasión puso maniquíes vestidos con el trajecito de los "seises", entre romeros y objetos religiosos de plata. En los años 40, "Izquierdo Benito", una de las más prestigiosas pañerías, ponía unos bellísimos y primorosos trabajos de papel recortados a tijera, algunos de los cuáles merecerían ser recogido en un museo de Artes Decorativas. Entonces, la publicidad era considerada casi un arte en muchos casos, nada que ver con la actualidad, salvo pocas.
Muchos que cumplieron los 55, recordarán sin duda la publicidad en la radio en canciocillas ritmicas, simpáticas y curiosas, como la del negrito del "Cola-Cao", el "Orión", hojas de afeitar "Palmera", flan "El Mandarín", y los célebres paraguas de "Casa Rubio", entre otros...
Recordemos la publicidad de "Granjas las Beatas", que decía:
En mi rancho de Jalisco tengo un gallo
que es cruzado de lorito y de gallina
y es un gallo tan curioso y tan graccioso
que una colección de sabios lo examina
pues por su padre es hablador
y por su madre es ponedor
por las mañanas hace kikirikí
y luego pone un huevo, pero hasta allí,
y por las tardes se lía a hablar
y les cuenta a las gallina unos cuentos tan graciosos
que se parten la pechuga de la risa que les da;
y hacen todas las gallinas al reirse:
Cacuá, cuá, cuá cuá...
Exitían a medido del siglo XX, unos programs radiofónicos divertidos y entretenidos, que los inició D. Rafael Santisteban, excelente locutor, muy ficionado a la zarzuela y teatro, que hizo muy populares los espacios de "Almacenes Santos", "Galerías S. Sebastián" y "Almacenes Puente y Pellón" y "Anís del Claver" y el célebre "Conozca usted a sus Vecinos", del que salieron primeras figuras de la copla. Junto a él , el también locutor Agustín Embuena, realizó diversos programas de radio a partir de 1950, basando su efecto principal en el chiste y la chispa, , y en la diversión infantil para lo cual creó el personaje célebre de El Mago Tranlarán...
Basado en :
"La Sevilla que se nos fue"
José Mª de Mena.
Ed, Castillejo, 4ª Ed.
Continuará...
martes, 17 de septiembre de 2013
POESÍAS DE CONCHA
Las poesías de Concha, vuelan hacia nosotros |
!Oh que escuchan mis oidos
que el trovador a venido
y trovar de nuevo ha!
_Si mi dulce damisela
se me hizo larga la espera
y si permiso me dais
subire las escaleras
si quereis
_! No por Dios que la vigilan
y si la subis ripiando
temere por vuestra vida!
_Mi vida mas vale un ripio
mas ¿quien os está vigilando
si estais mas sola que Pifio?
_Mis padres oh gran doncel
supieron de mis amores
y no les gusta las trovas,
y menos los trovadores
_Mas ¿ que edad teneis sra
si por lo que yoo conozco
ya sois mayor y estais sola?
_Es que no sé que objetar
a vuestros lances de amor,
pero si quereis ,subid
la escalera lanzo yo
_Presiento que esto va bien
(se pensaba ell trovador)
ya la dama esta en el bote
a esta me lla trovo yo
_Subo presto mi sra
pues que trovar quiero ahora
y no mañana(pardiez)
no sea que se arrepienta
y no haya trova
_La escalera aguanto yo
y con mis brazos abiertos
bien trovaremos los dos
Mas el destino fatal
quiso qiue las escaleras
aguntarle no pudieran
y el trovador sin trovar
se cayera
Rompiose el galan la crisma
y sin trovador no trova
quedo la pobre sra
Mas no quuejose ella por ello
pues a lo lejos divisó
a otro spuesto trovsdor
que otras trovas cantaaria
y ella tranquila penso,
a rey muerto,rey puesto
Concha Mingorance
lunes, 16 de septiembre de 2013
DEFINICIONES QUE NO ESTÁN EN EL DICCIONARIO
ABONO: excremento que pagamos siempre a plazos.
BESO: diálogo mudo.
CALVO: inventor del peinado cómodo.
CONFUCIO: tipo que inventó la confusión.
EMBARAZO: periodo sin periodo.
DECENA: veinte duros con todos los impuestos extraidos.
ENSAIMADA: ¡Ah! eso es un donuts virgen.
HORMIGÓN: insecto de gran tamaño que vive en las construcciones. Suele estar armado: ¡Cuidado!
XILOFÓN: instrumento musical empleado en la educación infantil para alejar a los niños de la música.
MULTITAREAS: leer y fumar en el baño.
JERSEY: prenda de vestir que tienen que ponerse los niños cuando tienen frío sus mamás.
HUMOR: máxima expresión de inteligencia.
GUANTES: prendas que se compran de dos en dos y se pierden de una en una.
EXPERIENCIAS: cadenas de errores. Algo que se consigue justo antes de necesitarlo.
ESPOSO: lo único que nos quedó del novio.
CIGARRILLO: fuego en la punta, un tonto en la otra y un poco de porquería en el medio.
COCO: dícese de la fruta terrorifica.
ADVERTENCIA: amenaza por la buenas.
DIVORCIO: 1-.todo para ella, nada para él.
2-. decisión de un árbitro que no ha visto el partido.
3-. corrector ortógrafico de tu vida.
ADÚLTERO: aquel que se sale con la suya y con la de otros.
ANESTICISTA: persona que está casi dormida al lado de un enfermo casi despierto.
ADÁN: primer hombre que habitó la Tierra. Fue expulsado del paraíso por haber mantenido relaciones sexuales con una de sus costillas...
domingo, 15 de septiembre de 2013
LA SEVILLA QUE SE NOS FUE: CALLES Y CASAS SEVILLANAS, V
En los años veinte y treinta Sevilla conservaba gran parte de rotulaciones antiguas, los cambios políticos no se habían reflejado en la vida ciudadana. Incluso aunque algunas calles cambiaron sus nombres durante el siglo XIX, el público no se había acostumbrado a nombrarlas con la nueva denominación.
Así, le seguían llamando Plaza de S. Francisco a la que tenía el rótulo de Plaza de la Constitución, y la calle Armas, a la que acababa de ser rotulada como Alfonso XII.
En el lenguaje popular se seguía llamando calle de la Conejera a la calle Atienza, y calle Las Palmas a la recién bautizada como calle Jesús del Gran Poder. Fracasaba el intento de denominar, en su día, Plaza de S. Fernando a la que los sevillanos seguían nombrando como Plaza Nueva. Y continuaba entendiéndose por calle Gallegos a la que el Ayuntamiento rotuló como calle Sagasta, igualmente ocurría con la calle Oriente, hoy Luís Montoto.
La de Teodosio, a pesar de su nombre de emperador romano, era aún conocida por Caldelería de S. Vicente, como la Plaza de Villasís la seguían nombrando por Cocheras de Pineda. La calle Descalzos era para todos , aún, Campanas: y la de Laraña, Compañía, en recuerdo que la Universidad y la Iglesia de la Anunciación había sido anteriormente de la Compañía de Jesús. La calle José Gestoso, aún sonaba como Venera,(si observamos, en una fachada de ésta calle, próxima a la Plaza de la Encarnación, veremos una Venera, que es donde se dice es el punto céntrico de Sevilla), y Santa Ángela de la Cruz era calle Alcázares porque el convento de las Hermanitas de la Cruz se había instalado en la antigua manión señorial de la familia del apellido Alcázar; mientras que desde 1940 está rotulada como Alcázares, conservaba aún el rótulo de Calle del Coliseo por haber estado situado en ella el Teatro del Coliseo Municipal. Por la misma razón la farmacia que allí existe se sigue llamando Farmacia del Coliseo, esquina a la Encarnación.
Algunas calles conservaban nombres risibles que el Ayuntamiento no pudo borrar de la memoria popular, como es Callejón del Medio Culo, hoy calle Sagunto, al lado de la parroquia de S. Gil, y la calle Rascaviejas, (porque en el siglo XVI se rascaban y acicalaban las espadas viejas de unos talleres del Ejército), hoy es la calle Hiniesta.
En Triana, seguían llamando Larga a la calle Pureza, y Calle del Río a la calle Betis, y Esparterías a la de S. Jorge. A la salida de la calle S. Fernando, La Pasarela, porque se edificó un armazón muy emblemático de hierro, que servía para cruzar la glorieta sin peligro, y para retratarse los pueblerinos en su viaje de bodas, también fue la primera Portada de la Feria de Abril, como tal. Lamentablemente desaparecida.
La Avenida desde la Catedral hasta el Ayuntamiento se llamaba Calle Génova. Las cuatro esquinas de S. José, que eran la cruz formada por Sierpes, Jovellanos y Gallegos. Como en la Alameda de Hércules, la esquina de la calle Barco se llamaba La Havanilla, y el extremo de final entrando por Calatravas se conocía por La Pila del Pato, porque allí estaba situada la pila o fuente pública que tiene la figura de un pato que echa agua por el pico, fuente que después de 1950 se trasladó a la Plaza de S. Leandro., es muy entrañable entre los sevillanos.
En Triana, la calle Pagés del Corro era conocida por dos nombres; La Cava de los Gitanos desde S. Jacinto a la actual Plaza de Cuba y La Cava de los Civiles desde S. Jacinto hacia Procurador. No existía La Plaza de Cuba ni el barrio de Los Remedios, sino que lo que hoy es Gonzalo de Segovia, se donominaba Puerto Camaronero porque en esa banda amarraban los barquitos de pesca de camarones y pescado de río. Los terrenos de esa zona, era campo en los que hasta entrado el siglo XX, se iba a cazar conejos, y en la época de veda iban familias sevillanas de excursión a guisar una paella, o migas y echar un día de campo con sus chiquillos.
Sevilla tenía muchas casas señoriales, todavía no se había socializado la vivienda. Éstas eran diversas, los sevillanos vivían en casas particulares que iban desde el palacio hasta los Corrales de Vecinos de gente humildes.
Según los censos de vencindad de las parroquias puede deducirse que en los años veinte, ante la Exposición Iberoamericana, ( a cuya construcción trajo a Sevilla a muchos parados de Andalucía, los que luego no regresaron a sus pueblos, y quedaron aquí formando un inmenso proletariado). Los corrales de vencindad se dividían en dos tipos: unos construidos expresamente para tal fin, con un gran patio central, rodeado de habitaciones, y arriba con una galería, en la que también había habitaciones. Otros de estos "corrales" eran antiguo palacios o conventos, que se habían adaptado a este fin, tabicando para dividir en habitaciones. Entre los construidos expresamente para corrales, se puede citar los de la calle S. Vicente, 100, Marqués de Mina, 5, Feria, 104, y otros muchos. Entre ellos destacaremos la casa-palacio la "Casa de los Artistas", en S. Juan de la Palma, (antiguo palacio de la familia de los caballeros Levantos), (en este blog, tenemos la historia de este emblemático y entrañable edificio, basado en el libro "El Jueves"del destacado escritor trianero, Ángel Vela). O el Corral de las Mercedes, en la calle Bailén, que era parte del convento de la Merced, que conservaba en su galería alta las celdas de los legos, convertidas en habitaciones para alquilar.
Existía un intermedio entre el "piso" y la "habitación a diario", y el llamado "partidito", que constaba de un comedor y un dormitorio.
Los principales palacios sevillanos eran sin duda el de Las Dueñas, (Que fue de los Pineda y luego pasó a ser de lo Duques de Alba), el de la Casa de Pilatos de los Duques de Medinaceli; el de los Duques del Infantado, en la calle Santa Ana, conocida por la Casa de las Columnas, en la calle Santa Clara, la del Conde Santa Coloma, el de los marqueses de Casa Galindo en la Plaza del Museo; el maravilloso de los Sánchez Dalp, en la Plaza del Duque, el de Palomares, también en el mismo lugar, el de la Condesa de Lebrija, en la calle Cuna, (en cuyo interior hay mucho de Itálica), el de los marqueses de Valencina en la calle Laraña esquina a Cuna, el de los marqueses de Altamira, en Santa María la Blanca.
Según los censos de vencindad de las parroquias puede deducirse que en los años veinte, ante la Exposición Iberoamericana, ( a cuya construcción trajo a Sevilla a muchos parados de Andalucía, los que luego no regresaron a sus pueblos, y quedaron aquí formando un inmenso proletariado). Los corrales de vencindad se dividían en dos tipos: unos construidos expresamente para tal fin, con un gran patio central, rodeado de habitaciones, y arriba con una galería, en la que también había habitaciones. Otros de estos "corrales" eran antiguo palacios o conventos, que se habían adaptado a este fin, tabicando para dividir en habitaciones. Entre los construidos expresamente para corrales, se puede citar los de la calle S. Vicente, 100, Marqués de Mina, 5, Feria, 104, y otros muchos. Entre ellos destacaremos la casa-palacio la "Casa de los Artistas", en S. Juan de la Palma, (antiguo palacio de la familia de los caballeros Levantos), (en este blog, tenemos la historia de este emblemático y entrañable edificio, basado en el libro "El Jueves"del destacado escritor trianero, Ángel Vela). O el Corral de las Mercedes, en la calle Bailén, que era parte del convento de la Merced, que conservaba en su galería alta las celdas de los legos, convertidas en habitaciones para alquilar.
Existía un intermedio entre el "piso" y la "habitación a diario", y el llamado "partidito", que constaba de un comedor y un dormitorio.
Los principales palacios sevillanos eran sin duda el de Las Dueñas, (Que fue de los Pineda y luego pasó a ser de lo Duques de Alba), el de la Casa de Pilatos de los Duques de Medinaceli; el de los Duques del Infantado, en la calle Santa Ana, conocida por la Casa de las Columnas, en la calle Santa Clara, la del Conde Santa Coloma, el de los marqueses de Casa Galindo en la Plaza del Museo; el maravilloso de los Sánchez Dalp, en la Plaza del Duque, el de Palomares, también en el mismo lugar, el de la Condesa de Lebrija, en la calle Cuna, (en cuyo interior hay mucho de Itálica), el de los marqueses de Valencina en la calle Laraña esquina a Cuna, el de los marqueses de Altamira, en Santa María la Blanca.
Patio principal, Casa de Pilatos, Sevilla. |
Entre otros palacios, estaba el de los Duques de Medina Sidonia, en la Plaza de Duque, (que se convirtió en los prestigiosos Almacenes del Duque), , derribado como aquella joya que fue el de Sánchez Dalp para construir El Corte Inglés, -(¡Qué pena para Sevilla, que los gobernantes no dieron la talla política a la ciudad al no proteger y defender su Patrimonio-), (esto último es opinión personal). El palacio de los Solís, derribado para construir Lubre, del que se conserva únicamente la entrada en la fachada. El de los Pinelo que en esos años era la Fonda de Don Marcos, que lo restauraron para instalaren él las Reales Academias de Medicina y Buenas Letras. El palacio de los Ponce de León, en la plaza de su nombre, que desde principio del siglo XX era el colegio de los Escolapios, también derribado. Del desastre se salvó y restauró la Casa de las Sirenas, en la Alameda, una preciosidad.
Tras estos grandes palacios, había lo que se conocía por casas- palacios, como el de los Condes de Bagaes, (hoy Conservatorio de Música), en la calle Jesús del Gran Poder, la Casa de las Sirenas en la Alameda de Hércules y muchas más...
Algunas casas más pequeñas, pero particulares, tenían la ventaja de que el dueño se sentía plenamente amo de ella, y no sometido a una propiedad compartida, con servidumbres de no poder regar macetas porque molesta al vecino de abajo, teniendo que esperar para hacerlo hasta muy tarde; no poder dormir, porque el ruido del vecino de arriba molestaba. Esta propiedad otorgaba a su dueño un sentido de "clase media" muy distinto del sentido de "proletario"que tienen hoy las mayorías, incluso viviendo en mejores pisos, que aquellas casitas particulares.
También había pisos más pequeños que ocupaban preferentemente matrimonios sin hijos, o señoras viudas, como en el caso de la escritora doña Amantina Cobos, cuyo piso tenía una salita, tres dormitorios, más la cocina y el baño.
Los corrales se dividían en los "partiditos" que constaba de dos habitaciones, y los de "habitaciones a diario" en que se alquilaba una sóla habitación, y que finalizando el siglo XIX, se había de pagar diariamente, a la casera.
(La lista de todos los corrales sevillanos es enorme, así que para no cansar a mis seguidores, los omitiré, si hay alguien interesado en ellos, gustosamente se los proporcionaría).
Fue una época muy significativa y larga aquella de los corrales de vecinos, de convivencias, generalmente buenas, fallaba en lo higiénico, por sus instalaciones, pero no en lo humano. Esta proximidad, conocimento, y vencindad, daba a las relaciones entre las clases sociales una mayor humanidad, a diferencia de lo que ocurre hoy en que las clases sociales más acomodadas que se alojan en chalets protegidos por cercados, vigilantes y perros, mientras que las clases más inferiores se encuentran marginadas, en barrios suburbiales que son auténticos ghetos en que imperan, en algunos, la delicuencia, el odio y la barbarie, siempre sin generalizar.
"La Sevilla que se nos fue"
José Mª de Mena.
Ed, Castillejo
4ª edición
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Tras estos grandes palacios, había lo que se conocía por casas- palacios, como el de los Condes de Bagaes, (hoy Conservatorio de Música), en la calle Jesús del Gran Poder, la Casa de las Sirenas en la Alameda de Hércules y muchas más...
Algunas casas más pequeñas, pero particulares, tenían la ventaja de que el dueño se sentía plenamente amo de ella, y no sometido a una propiedad compartida, con servidumbres de no poder regar macetas porque molesta al vecino de abajo, teniendo que esperar para hacerlo hasta muy tarde; no poder dormir, porque el ruido del vecino de arriba molestaba. Esta propiedad otorgaba a su dueño un sentido de "clase media" muy distinto del sentido de "proletario"que tienen hoy las mayorías, incluso viviendo en mejores pisos, que aquellas casitas particulares.
También había pisos más pequeños que ocupaban preferentemente matrimonios sin hijos, o señoras viudas, como en el caso de la escritora doña Amantina Cobos, cuyo piso tenía una salita, tres dormitorios, más la cocina y el baño.
Corral de vecinos. |
Vecinas en el patio del corral |
Fue una época muy significativa y larga aquella de los corrales de vecinos, de convivencias, generalmente buenas, fallaba en lo higiénico, por sus instalaciones, pero no en lo humano. Esta proximidad, conocimento, y vencindad, daba a las relaciones entre las clases sociales una mayor humanidad, a diferencia de lo que ocurre hoy en que las clases sociales más acomodadas que se alojan en chalets protegidos por cercados, vigilantes y perros, mientras que las clases más inferiores se encuentran marginadas, en barrios suburbiales que son auténticos ghetos en que imperan, en algunos, la delicuencia, el odio y la barbarie, siempre sin generalizar.
"La Sevilla que se nos fue"
José Mª de Mena.
Ed, Castillejo
4ª edición
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jueves, 12 de septiembre de 2013
POESÍA: MI CANARIO
Las poesías de Concha... |
Pequeña le quedó,
la jaula a mi canario
en aleteo agitado,
su trino lo clamaba.
Con tristeza le abrí
la puerta de su nido
y sin pensarlo,
veloz emprendió el vuelo.
Llevó sus trinos
a lugares lejanos,
alegró las mañanas
de muchas avecillas.
Repartió incansable
su canto por doquier
sintiéndose importante,
dejandose querer.
Más el verano corto,
en una vida,
y el invierno llegó
sin esperarlo.
Su trino se hizo débil
y cansado,
empezó a añorar,
el nido abandonado.
Con mimo y con calor,
le cobijé en su nido
y con mirada intensa
de nuevo me regaló su trino.
Concha Mingorance Pinillos.
Esta preciosa poesía de mi amiga Concha, os la ofrezco a nuestros seguidores, podríamos decir ya, para que se deleiten. (No soy egoísta).
Gracias, concha. Aquí la tendré para el resto de mis días.
Mari Carmen.
martes, 10 de septiembre de 2013
lunes, 9 de septiembre de 2013
CAFÉS CANTANTES, IV
Romero Murube afirmaba que "Sevilla llegó a un equilibrio perfecto entre la ciudad y el campo: la ciudad vivía del campo y el campo de la ciudad. Era una noble corriente, llena de nobleza y señorío; el campo daba lo eterno, hecho fruto; la ciudad devolvía lo eterno, hecho inteligencia. Era un concepto horaciano, amplio y generoso". Y añadía: "Aquella Sevilla tenía una transparencia y una sonoridad de patio. En aquellos tiempos parecía que si se daba una palmada en San Bernardo la oían en la Alameda, en el Altozano o en el Baratillo".
No una palmada, pero sí el vivo ritmo de una polka interpretada por un solitario violín; llegó a oídos de Juan y Latino, un mendicante músico callejero que, apoyado en la esquina de Amor de Dios con la Alameda, pretendía obtener unos centimitos de algunos visitantes de las tabernas vecinas.
Por si acaso se acercaban unos raterillos, el violinesta, aún a diez varas de distancia, se anticipó a decir con voz alta:
-No llevo una perra encima, y si la bondad de los transeúntes no me ayuda, habré de dormir con el estómago vacio.
Llegando a él, don Latino le preguntó:
-¿No necesitan un violinista en las orquetas de los teatros? ¿No hay un café donde usted pueda tocar bajo techo?
-Oh, caballero, en los teatros y en los cafés casi siempre hay rascatripas, no artistas tocados por la mano de Orfeo.
Mairena ríó de buena gana la altanera salida del menesteroso y terció en el incipiente diálogo.
-¿Es usted conocido de corcheas y semifusas o toca de oído?
Como si le hubieran prendido un par de garapullos, el pobre alzó la voz para afirmar que él era el mejor violinista de Sevilla, que tras él y a mucha distancia iba Manuel Carretero, director del Orfeón Sevillano, y Manuel Font, que llegó a director de la Banda de la Sopa.
Objetó don Latino que la Banda Municipal de Sevilla, habitualmente desafinada, había sido convertida en una banda muy completa, que pudo competir y aun superar a las bandas municipales locales gracias al trabajo y al talento de Manuel Font.
-Mire, caballero, si quiere palique deposite un cobre en mi sombrero, que más que palabras quiero pan. Y con un cobre en mi sombrero yo le diría que Navarro es un buen clarinete; por una perra chica sabrá usted que los hermanos Damas sacan partido a la flauta y al violonchelo; por una perra gorda le diría-y me costaría decirlo por aquel de la competencia -que Oliva le da bien a la viola. Y si se muestra generoso y es de posibles, por un real soy capaz de elogiar lo que hace con el fagot Antonio Zaragoza, que fue felicitado por el maestro Tolosa
, y hasta lo que sabe Ceferino Berloz de instrumentos de viento. Aunque sepa usted que músicos de verdad, por ahora, no hay en Sevilla más que Jerónimo Giménez, Luis Mariani, Joaquín Turina y José García.
-No conozco al último-objetó Mairena.
-Un servidor de ustedes.
Don Latino insistió:
-Giménez y Turina estudiaron fuera y no viven aquí. ¿Por qué está usted a estas horas en esta esquina por dos céntimos?
-Porque José García no sabe si tocar el violín con el estoque o matar un morlaco con un arco. Que en mi pueblo me llamaban el Niño del Aljarafe cuando era novillero. Y por andar en uno y otro menester, que tanto me tiraba Orfeo como Cúchares, me veo así.
-Ahí van cinco céntimos para el violinista, pero no para el novillero.
-Respetable caballero, así como el hombre puede amar a dos mujeres, puede también amar dos artes. El toro pide sol y el cielo por techo; el violín , partituras a luz del petróleo y salones. ¿No endiquela el señor que la Maestranza hay clarineros y no violinistas? ¿No puede el hombre comer brevas hoy y mañana sandía? ¿hay alguien que no conozca y admire a Lagartijo, Frascuelo, Mazantini, Reverte, Machaquito y los Bombitas? Casi se arrepintió de haberle dado la perra chica.
En Sevilla, había la costumbre de esparcir una tonga de arena en la cercanía a la casa de donde un enfermo muy grave para que las caballerías no molestaran al doliente. Se abrió la puerta de la casa y apareció un hombre, que al ver a los desconocidos, temiendo ser asaltado, se puso en guardia.
-¿Qué hacen ahí? ¿Afectos al enfermo?
-No, pero si podemos ser útiles en algo...
Y se presentó, lo mismo hizo Juan de Mairena, aclarado el equívoco, el desconocido estrechó las manos.
-Soy barbero, me llamaron por si el enfermo necesita ponerle sanguijuelas., les diré la verdad: a mí lo único que me chifla es el cante, como ahora he dicho al doctor que asiste al enfermo, que si me necesita, estoy en el Café del Burrero, donde voy a estar en la gloria escuchando a don Antonio Chacón. Espero que no me llame don Joaquín.
-¿Quién es don Joaquín?
-El Niño Sabio.
-¿Otro torero?
¡No! El doctor don Joaquín Ruiz Prieto, del barrio de la Feria, se le conoce por el Médico de los Pobres. Se pasa mejor escuchando a Chacón, que llena de arte muchas noches sevillanas, ¿se quieren venir conmigo?
-No pensábamos en ello.
-El bolsillo no quiere ir.
-No serán aficionados. Si lo fueran, no faltarían. ¿O les gusta más Manuel Torre? Más jondo sí que es. ¿Quizás prefieran a Dolores La Parrala, más triste, más patética? Les advierto que yo algunas noches voy al Café de Silverio; que el señor Franconetti, sin ser gitano, es muy redondo en todos los cantes. De voz ronca pero afilada, dulce y gallarda. Le escuché yo este invierno una soleá de cambio y poleá que me dejó impresionao del tó...Pero creo que les estoy aburriendo.
-En absoluto. Le escuchamos complacidos. ¿No piensa usted igual, don Latino?-
-No soy versado en el cante, que es faceta cultural que escapa a mis conocimientos, pero he oído mucho de él, pero si, aquí, el amigo nos instruye, lo escucharé gustoso.
-No llegué a conocer -comentó el barbero-al Tío Luis el Cautivo, a Frasco el Colorao. María Borrico, el Planeta, ni el Tío Luis de la Juliana, que los viejos estiman como maestros del cante. Sí he tenido la gran suerte de escuchar a Diego el Fillo, Curro Durse, el Mellizo, el Viejo de la Isla y Tomás el Nitri, ¡Ay! Me olvidaba de citar a los Caganchos y a Juan el Pelao.
Don Latino le interrumpió:
-Nunca entré en ningún café cantante, pero me suena mucho de oídas el de Silverio y el del Burrero, pero no sé dónde están.
-El de Franconetti, en la calle Rosario; el del Burrero, en la calle Tarifa. Otros cafés cantantes afamados son el Filarmónico, el Novedades, el de S. Agustín y el de la Marina. Ahora, en verano, está abierto otro tablao al aire libre, que, como está mandao, se llama Café Sin Techo. Triana es punto y aparte, señores, en el cante, porque allí es donde suenan las tonás, deblas, seguiriyas gitanas, martinetes, cante de fragua, y pá escucharlo hay que ir a casa La Rufina.
-¿Otro café cantante?
-No, la trastienda de un establecimiento de ultramarinos. Aquello está reservado para los gitanos; es el territorio de Antonio Cagancho y de su hijo Manué. Ahora que por los martinetes, ese cante que no se le hace son ni se acompaña de guitarra ni de ná, el rey es el Pelao. En el café de Manué el Burrero hace furor el Canario, la Rubia de Málaga y la Bocanegra, además de Perote y el Niño de Tomares. Pero a todos apegó el cante de Juan Breva, el filósofo del flamenco. Aunque habrán advertido ustedes que un servidor no se quita el sombrero más que ante un zapatero de Jerez, que dejó la lezna por la fama que da el arte, y sin estudios ni dinero se ganó el "don" con su garganta, como Manzatini con la muleta: Chacón, don Antonio Chacón ha dejao callaítos a Enrique el Mellizo, a Mercedes la Serneta, a Fosfirito y al mismisímo Chato de Jerez. Ustedes dispensen mi admiración, que si piensan que Juan Breva o Fosforito pueden igualarle, allá ustedes, yo respeto todas las opiniones. Hay quien defiende el cante de el Canario, hay quien prefiere a el Loco Mateo, o las soleares de la Juanaca al modo de José Lorente, y los gitanos se quedan con Soleá la de Juanelo, con la Bilbá y con Juana Ruca, que sobre gusto ná hay escrito.
-A más de uno-interrumpió Mairena-, he oído elogiar sin reservas a Manuel Torres. ¿Qué me dice de él?
-De principio, que le ha regalado usté una ese. Que no es Torres, sino Torre, y que no es ese su apellido , que en el bautismo le pusieron: Manuel Soto Loreto. Él gusta que le llamen el Niño de Jerez, que es su nombre para el arte, pero la gente le ha puesto Torre por lo largo y canijo que es. Para mí que es un malánge, aunque no dejo de reconocer que desde Tomás el Nitri nadie cantó por seguiriyas como Torre.
-Todo cuanto usté ha dicho lo admito sin reservas, que parece conocer el cante. Tampoco yo, al igual que don Latino, me pareció de conocerlo, pero para mí que no es bueno esto de abrirse tantos cafés en Sevilla. El cantaor que actúa por dinero corre el peligro de profesionalizarse y perder autenticidad, porque habrá necesariamente de dar gusto al público, y no todos los públicos tienen la misma sensibilidad. Me atrevo a pensar que "los cafés matarán el cante gitano, no obstante los gigantescos esfuerzos hechos por Silverio para sacarlo de la oscura esfera donde vivía y de donde no debió arrojarse. Al salir el género gitano de la taberna al café, se ha andaluzado, convirtiéndolo en lo que hoy llama "flamenco" todo el mundo. Silverio, por ennoblecer el cante gitano sin contar con la huéspeda (que era de una parte el público, y de otra, que apenas un hombre hace tres gorgoritos quiere subirse a un tablao a ganarse los duros), ha creado el "género flamenco", mezcla de elementos gitanos y andaluces".
Lo único que entendió el barbero de la parrafada de Juan de Mairena-de natural poco locuaz-fue la oportunidad de dar por conclusa la charla y, despidiéndose con corteses ademanes, enfiló la calle Amor de Dios, rumbo a la de Tarifa, para no perderse nada de lo que pudiera ser escuchado en el café de Manuel El Burrero, (antiguo socio de Silverio), que a esas horas ya debía estar abarrotado de aficionados inmersos en un denso humo de vegueros e impregnados de olor a aguardiente.
"Paseo por la Sevilla del 98"
Julio Martínez de Velasco
Ed: Castillejo
3ª edición.
Llegando a él, don Latino le preguntó:
-¿No necesitan un violinista en las orquetas de los teatros? ¿No hay un café donde usted pueda tocar bajo techo?
-Oh, caballero, en los teatros y en los cafés casi siempre hay rascatripas, no artistas tocados por la mano de Orfeo.
Mairena ríó de buena gana la altanera salida del menesteroso y terció en el incipiente diálogo.
-¿Es usted conocido de corcheas y semifusas o toca de oído?
Como si le hubieran prendido un par de garapullos, el pobre alzó la voz para afirmar que él era el mejor violinista de Sevilla, que tras él y a mucha distancia iba Manuel Carretero, director del Orfeón Sevillano, y Manuel Font, que llegó a director de la Banda de la Sopa.
Objetó don Latino que la Banda Municipal de Sevilla, habitualmente desafinada, había sido convertida en una banda muy completa, que pudo competir y aun superar a las bandas municipales locales gracias al trabajo y al talento de Manuel Font.
-Mire, caballero, si quiere palique deposite un cobre en mi sombrero, que más que palabras quiero pan. Y con un cobre en mi sombrero yo le diría que Navarro es un buen clarinete; por una perra chica sabrá usted que los hermanos Damas sacan partido a la flauta y al violonchelo; por una perra gorda le diría-y me costaría decirlo por aquel de la competencia -que Oliva le da bien a la viola. Y si se muestra generoso y es de posibles, por un real soy capaz de elogiar lo que hace con el fagot Antonio Zaragoza, que fue felicitado por el maestro Tolosa
, y hasta lo que sabe Ceferino Berloz de instrumentos de viento. Aunque sepa usted que músicos de verdad, por ahora, no hay en Sevilla más que Jerónimo Giménez, Luis Mariani, Joaquín Turina y José García.
-No conozco al último-objetó Mairena.
-Un servidor de ustedes.
Don Latino insistió:
-Giménez y Turina estudiaron fuera y no viven aquí. ¿Por qué está usted a estas horas en esta esquina por dos céntimos?
-Porque José García no sabe si tocar el violín con el estoque o matar un morlaco con un arco. Que en mi pueblo me llamaban el Niño del Aljarafe cuando era novillero. Y por andar en uno y otro menester, que tanto me tiraba Orfeo como Cúchares, me veo así.
-Ahí van cinco céntimos para el violinista, pero no para el novillero.
-Respetable caballero, así como el hombre puede amar a dos mujeres, puede también amar dos artes. El toro pide sol y el cielo por techo; el violín , partituras a luz del petróleo y salones. ¿No endiquela el señor que la Maestranza hay clarineros y no violinistas? ¿No puede el hombre comer brevas hoy y mañana sandía? ¿hay alguien que no conozca y admire a Lagartijo, Frascuelo, Mazantini, Reverte, Machaquito y los Bombitas? Casi se arrepintió de haberle dado la perra chica.
En Sevilla, había la costumbre de esparcir una tonga de arena en la cercanía a la casa de donde un enfermo muy grave para que las caballerías no molestaran al doliente. Se abrió la puerta de la casa y apareció un hombre, que al ver a los desconocidos, temiendo ser asaltado, se puso en guardia.
-¿Qué hacen ahí? ¿Afectos al enfermo?
-No, pero si podemos ser útiles en algo...
Y se presentó, lo mismo hizo Juan de Mairena, aclarado el equívoco, el desconocido estrechó las manos.
-Soy barbero, me llamaron por si el enfermo necesita ponerle sanguijuelas., les diré la verdad: a mí lo único que me chifla es el cante, como ahora he dicho al doctor que asiste al enfermo, que si me necesita, estoy en el Café del Burrero, donde voy a estar en la gloria escuchando a don Antonio Chacón. Espero que no me llame don Joaquín.
-¿Quién es don Joaquín?
-El Niño Sabio.
-¿Otro torero?
¡No! El doctor don Joaquín Ruiz Prieto, del barrio de la Feria, se le conoce por el Médico de los Pobres. Se pasa mejor escuchando a Chacón, que llena de arte muchas noches sevillanas, ¿se quieren venir conmigo?
-No pensábamos en ello.
-El bolsillo no quiere ir.
-No serán aficionados. Si lo fueran, no faltarían. ¿O les gusta más Manuel Torre? Más jondo sí que es. ¿Quizás prefieran a Dolores La Parrala, más triste, más patética? Les advierto que yo algunas noches voy al Café de Silverio; que el señor Franconetti, sin ser gitano, es muy redondo en todos los cantes. De voz ronca pero afilada, dulce y gallarda. Le escuché yo este invierno una soleá de cambio y poleá que me dejó impresionao del tó...Pero creo que les estoy aburriendo.
-En absoluto. Le escuchamos complacidos. ¿No piensa usted igual, don Latino?-
-No soy versado en el cante, que es faceta cultural que escapa a mis conocimientos, pero he oído mucho de él, pero si, aquí, el amigo nos instruye, lo escucharé gustoso.
-No llegué a conocer -comentó el barbero-al Tío Luis el Cautivo, a Frasco el Colorao. María Borrico, el Planeta, ni el Tío Luis de la Juliana, que los viejos estiman como maestros del cante. Sí he tenido la gran suerte de escuchar a Diego el Fillo, Curro Durse, el Mellizo, el Viejo de la Isla y Tomás el Nitri, ¡Ay! Me olvidaba de citar a los Caganchos y a Juan el Pelao.
Don Latino le interrumpió:
-Nunca entré en ningún café cantante, pero me suena mucho de oídas el de Silverio y el del Burrero, pero no sé dónde están.
FOTO: Manolo bohórquez, Silverio Franconetti. |
-El de Franconetti, en la calle Rosario; el del Burrero, en la calle Tarifa. Otros cafés cantantes afamados son el Filarmónico, el Novedades, el de S. Agustín y el de la Marina. Ahora, en verano, está abierto otro tablao al aire libre, que, como está mandao, se llama Café Sin Techo. Triana es punto y aparte, señores, en el cante, porque allí es donde suenan las tonás, deblas, seguiriyas gitanas, martinetes, cante de fragua, y pá escucharlo hay que ir a casa La Rufina.
-¿Otro café cantante?
-No, la trastienda de un establecimiento de ultramarinos. Aquello está reservado para los gitanos; es el territorio de Antonio Cagancho y de su hijo Manué. Ahora que por los martinetes, ese cante que no se le hace son ni se acompaña de guitarra ni de ná, el rey es el Pelao. En el café de Manué el Burrero hace furor el Canario, la Rubia de Málaga y la Bocanegra, además de Perote y el Niño de Tomares. Pero a todos apegó el cante de Juan Breva, el filósofo del flamenco. Aunque habrán advertido ustedes que un servidor no se quita el sombrero más que ante un zapatero de Jerez, que dejó la lezna por la fama que da el arte, y sin estudios ni dinero se ganó el "don" con su garganta, como Manzatini con la muleta: Chacón, don Antonio Chacón ha dejao callaítos a Enrique el Mellizo, a Mercedes la Serneta, a Fosfirito y al mismisímo Chato de Jerez. Ustedes dispensen mi admiración, que si piensan que Juan Breva o Fosforito pueden igualarle, allá ustedes, yo respeto todas las opiniones. Hay quien defiende el cante de el Canario, hay quien prefiere a el Loco Mateo, o las soleares de la Juanaca al modo de José Lorente, y los gitanos se quedan con Soleá la de Juanelo, con la Bilbá y con Juana Ruca, que sobre gusto ná hay escrito.
-A más de uno-interrumpió Mairena-, he oído elogiar sin reservas a Manuel Torres. ¿Qué me dice de él?
-De principio, que le ha regalado usté una ese. Que no es Torres, sino Torre, y que no es ese su apellido , que en el bautismo le pusieron: Manuel Soto Loreto. Él gusta que le llamen el Niño de Jerez, que es su nombre para el arte, pero la gente le ha puesto Torre por lo largo y canijo que es. Para mí que es un malánge, aunque no dejo de reconocer que desde Tomás el Nitri nadie cantó por seguiriyas como Torre.
-Todo cuanto usté ha dicho lo admito sin reservas, que parece conocer el cante. Tampoco yo, al igual que don Latino, me pareció de conocerlo, pero para mí que no es bueno esto de abrirse tantos cafés en Sevilla. El cantaor que actúa por dinero corre el peligro de profesionalizarse y perder autenticidad, porque habrá necesariamente de dar gusto al público, y no todos los públicos tienen la misma sensibilidad. Me atrevo a pensar que "los cafés matarán el cante gitano, no obstante los gigantescos esfuerzos hechos por Silverio para sacarlo de la oscura esfera donde vivía y de donde no debió arrojarse. Al salir el género gitano de la taberna al café, se ha andaluzado, convirtiéndolo en lo que hoy llama "flamenco" todo el mundo. Silverio, por ennoblecer el cante gitano sin contar con la huéspeda (que era de una parte el público, y de otra, que apenas un hombre hace tres gorgoritos quiere subirse a un tablao a ganarse los duros), ha creado el "género flamenco", mezcla de elementos gitanos y andaluces".
Lo único que entendió el barbero de la parrafada de Juan de Mairena-de natural poco locuaz-fue la oportunidad de dar por conclusa la charla y, despidiéndose con corteses ademanes, enfiló la calle Amor de Dios, rumbo a la de Tarifa, para no perderse nada de lo que pudiera ser escuchado en el café de Manuel El Burrero, (antiguo socio de Silverio), que a esas horas ya debía estar abarrotado de aficionados inmersos en un denso humo de vegueros e impregnados de olor a aguardiente.
"Paseo por la Sevilla del 98"
Julio Martínez de Velasco
Ed: Castillejo
3ª edición.
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