domingo, 7 de julio de 2013

** EL TEATRO **

                                                                              
Teatro Romano de Itálica.


Los sevillanos empezamos a ir al teatro hace cerca de MM años y dejamos, relativamente, de ir hace unas décadas. Comenzamos yendo al gran Teatro Romano de Itálica y casi acabamos cuando se derribó el Kurssal y S. Fernando. A juzgar por lo descubierto y por lo descubrir, el romano debió ser un teatro imponente, en el actuaría Diana Italense con sus cuadrus flamencus. Si siguen las excavaciones, el día menos pensado pueden aparecer los restos del apuntador en su concha y todo, con el libreto "Traiana et olé" en tablilla encerada, o de los acomodadores provisto de candiles de aceite en una mano y en la otra con la palma hacia arriba en ademán de recibir el sextercio de propina; y si aún se excava más hondo, hasta puede aparecer el camerius de Raphaelis, jiennense clásico donde los haya. Lo que sí sabemos es que era capaz para cuatro mil espectadores. ¡Cualquiera aparcaba su cuadriga una noche de actuación de Manolus Escobaris! Con tantas cuadrigas como habría aparcadas ¡Ni mijita! los agentes de los ediles impondría "multas" multas. Hay arqueólogos que sustentan, además de su familia, la hipótesis de que en vez de orchestra había un conjuntus guitarrus eléctricus.

El teatro se interrumpió con las invasiones de unos pueblos a quienes los hispalenses llamaron bárbaros precisamente porque no les gustaban las tragedias del cordobés Séneca. Después vinieron los árabes, que trajeron nuevos instrumentos musicales, se cantineaban con cierto estilo , antecedente de el de Emilio El Moro, y las moritas sabían levantar los brazos y menear las caderas con una jartá de gracia ¡Ojú!. Pero el teatro como tal no había, me figuro yo porque nadie entendían lo que decían. Así hasta el Renacimiento va un batihoja, cierra el taller y crea un grupo de teatro independiente que es sistemáticamente entorpecido por los esbirros de Felipe II a instigación de los esaboríos inquisidores. A trancas y barrancas estrenan obras como "Eufemia", "Armelina", "Medora" y "Los engañaos". La crítica decía que eso de bucólico-pastoril no lo entendía el público y que se aburría; que lo bueno del teatro de siempre, el de los misterios religiosos. Harto de la censura, va y se mete a pasota, pasándose a escribir de paso para café-teatro: era Lope de Rueda. Logró animar el cotarro teatral en Sevilla y se abrieron varios corrales de comedia como el del Coliseo, que para nada tiene que ver con el que se metamorfeó en Banco y, allá por el día del Corpus cundió la costumbre de los autos sacramentales, que no hay que confundir con los "gran turismo" alquilados para una boda.

También en el siglo XVIII se combatió el teatro en Sevilla y la batalla del Poder contra el teatro duró noventa años, de donde se deduce y se infiere que quien no se consuela es porque no quiere, y que viva la Pepa, si bien en todo tiempo cuecen habas, no es menos cierto que no cualquier tiempo pasado fue mejor y todo eso.... Hay que tener en cuenta que entonces el teatro era un lugar de diversión: el más importante . Allí se divertía hasta el apuntador, que era el bichito de la almeja situada en la corbata. El apuntador no tenía punta, pero se sabía de memoria el número que calzaba cada actor, no ni ná,  y cuando bostezaba se tragaba todo el polvo de las tablas. La gente se lo pasaba muy bien. 

Antaño, los sevillanos pasaban hambre fuera del teatro y se metían en él para consuelo de sus estómagos vacíos, porque allí había entremeses y carzuelas. Y sainetes que, según el diccionario de la R.A.E. son salsas que se sirven en ciertos manjares para hacerlos más apetitosos; y aún tiene estas otras dos acepciones gatronómicas: "bocadita delicado y gustoso al paladar" y "sabor suave y delicado de un manjar". Sin embargo, el telón de boca, a pesar de ser boca, no era vianda comestible. Aclaro, porque ya pasó de moda, que telón de boca es eso que va para arriba y para abajo. Los que más hambre pasaban eran los tramoyistas, eso que armaban la tramoya y se tomaban el escenario como si fuera un barco velero. Son los verdaderos héroes del teatro y no Hamlet ni Segismundo. Ellos deberían ser condecorados con decorados porque quienes andan entre candilejas, o se arriman a la concha (del apuntador, por supuesto), o se los llevas las diablas.

Hogareño, el teatro ha tomado otro rumbos, porque el cine empuja más que una vieja nerviosa  en una cola, y dicen que está en crisis. Uno de esos rumbos es el café-teatro, cuyo exclusivo fin es la diversión. Pero también habrá que buscar otros rumbos para el café-teatro a fin de consolidarlo. Entre las posibles fórmulas propongo los cañas-teatros, los dobles-teatro, los tanques-teatro, los maceta-teatros...aunque los que más público llevarían serían los tintos-teatro. Quienes se aferren a la ya tradicional infusión escénica del café-teatro podría probar, a ver si tienen más éxito, los descafeinado-teatro o los in-muy-cortito-casi-leche-manchada-sin-azúcar-teatro...


Dedicado a los seguidores que les apasionen el teatro, ea...