Un curioso episodio de la Historia de Sevilla, poco conocido, es el de la relación entre Sevilla y las Islas Canarias, cuyos primeros Reyes fueron sevillanos, hasta la extinción de este reino, por fusión con el de Castilla en 1477. 

Veamos como ocurrieron las cosas, a la luz de los estudios realizados por don Justino Matute y Gaviria, en sus «Hijos de Sevilla», por el historiador canario Viera y Clavijo en su «Historia de las Canarias», y algunos datos sueltos del poeta Bartolomé Cayrasco de Figueroa en su «Canto a Canarias», y los que hemos podido encontrar en el Archivo del Ayuntamiento de Sevilla, del que los Reyes de Canarias que llevaron los números, III, IV, VIII y IX, fueron Caballeros Veinticuatro. 

En el año 1402 un aventurero francés, navegante y soldado, llamado Juan de Bethencourt, descubrió o redescubrió las Canarias, archipiélago que había sido conocido en la antigüedad, pero del que se había perdido la noticia. Estaba poblado por los Guanches, indígenas recios y feroces. 

Concibió Bethencourt la idea de conquistar el territorio insular, pero para ello precisaba tener una cobertura continental, próxima, y por ello lo primero que hizo fue desembarcar en Cabo Juby, costa del Sahara, para establecer allí una base de operaciones. 

 Los escasos medios materiales de que disponía hicieron abortar la empresa. Bethencourt se limitó a tomar Fuerteventura, donde autotitulándose rey, capturó unos centenares de sus vasallos, los embarcó, y los trajo a España para venderlos.  

Poco después intentó obtener apoyos de los reyes de Francia y Escocia pero no lográndolo pactó con el rey de Castilla ser su feudatario. Mas tarde cedió sus derechos como rey a su primo Monsieur Maciote, el cual comprendiendo la imposibilidad de conquistar las Islas, se limitó, como el anterior, a capturar algunos centenares de isleños para venderlos como esclavos. En este tiempo ya se había instalado en las Canarias una colonia de españoles y el Papa Martino V nombró Obispo de Lanzarote a Don Fray Mendo de Viedma, sevillano. 

El rey Maciote viendo la dificultad de conquistar y pacificar tan grandes islas, para lo que necesitaría un poderoso ejército y una gran flota, que no tenía, decidió mantener una pequeña fortaleza, y ciudad en Lanzarote, y mediante correrías, apresar sus vasallos isleños, y venderlos en los mercados de esclavos, de España y de Portugal.  

Se opuso el Obispo a este proyecto de esclavizar a todo un pueblo, y así, respaldado por los caballeros sevillanos, iniciaron una resistencia civil contra el rey, el cual intentando continuar su propósito embarcó para Roma, donde pidió al Papa la creación de otra diócesis en otra isla, donde él pondría la capital, y organizaría las cosas a su gusto. Sin embargo, no le salió bien el intento, pues Fray Viedma marchó también a Roma donde desbarató los planes del rey Maciote, en tales términos que éste se vio obligado a vender sus derechos de Rey, encontrándose como único comprador a Pedro Barba Campos, caballero Veinticuatro del Ayuntamiento de Sevilla, quién pasó a ser, por tanto III Rey de Canarias, pero con la cualidad de ser Rey de Canarias, Feudatario de la Corona de Castilla, pues en el momento de adquirir el reino, ocupaba el puesto de almirante jefe de la escuadra castellana, que había enviado la reina regente doña Catalina, madre de don Juan II, a aquellos lugares, y Barba no quiso separarse de la obediencia a Castilla.  

Pasados unos años, y con licencia del rey de Castilla don Juan II, Pedro Barba Campos cedió sus derechos de Rey de Canarias a otro sevillano y también Caballero Veinticuatro, llamado Fernan Pérez de Sevilla quién fue así IV Rey de Canarias, Feudatario de Castilla. 

Este Fernan Pérez duró poco como Rey pues vendió sus derechos al Conde de Niebla, Don Enrique Alonso de Guzmán, quién pasa a ser V Rey de Canarias, Feudatario de Castilla. 

Pero el Conde de Niebla se dio cuenta de que ser rey de Canarias, con unas islas todavía sin conquistar la mayoría de ellas, y sin más poblaciones que dos o tres pueblos de escasos habitantes, tenía menos rango social que ser Conde Niebla, dueño del Condado de Niebla, uno de los primeros aristócratas de Andalucía, y del reino de Castilla, con influencias incluso en las cortes europeas, así que en 1420 vendió sus derechos a Alfonso de las Casas, Alcalde Mayor de Sevilla, por precio de cinco mil doblas de oro. 

Alfonso de las Casas, VI Rey de Canarias, Feudatario de Castilla, fue reconocido como tal rey, y aceptado su homenaje de feudo por el rey Don Juan II de Castilla en capitulaciones que se firmaron en Ávila el 25 de Agosto de 1420. 

En dicha capitulación el rey de Castilla le reconoce título de Rey, Y Señorío Civil y Criminal, Justicia Alta y Baja, Mero y Mixto Imperio.  En el acuerdo, Alfonso se compromete a llevar adelante la conquista de las islas de Tenerife y Las Palmas.  

Durante trece años, reinó en las Canarias, y a su muerte heredó el reino su hijo Guillén de las Casas, que fue VII Rey de Canarias, Feudatario de Castilla. Este casó con Inés de Bracamonte que era sobrina de Juan de Bethencourt. Guillen de las Casas, al igual que su padre, rindió homenaje de feudo al rey de Castilla, firmándose capitulaciones en 23 de Junio de 1433 en las que don Juan II le reconoce el título de Rey, y las jurisdicciones civil y criminal Y mero y mixto imperio, como a su padre. 

Guillén de las Casas e Ines de Bracamonte tuvieron dos hijos, Inés y Guillén, siendo Inés la que sucedió a sus padres en el reino de Canarias, como VIII titular, y casó con otro Caballero Veinticuatro de Sevilla, llamado Fernan Perza, quién se aplicó a adelantar la conquista de las Canarias, preparando un ejército para desembarcar y conquistar la isla de La Palma, que aún estaba intocada. 

 Acompañando al rey consorte Fernan Peraza iba su hijo y heredero el joven príncipe Guillén Peraza de las Casas, el cual llevado de su ardor juvenil y su valentía se adentró en el territorio más de lo prudente, cayendo de improviso sobre su huestes un crecido número de guanches palmeses, que destruyeron la tropa del príncipe, y éste defendiendo a los suyos para que pudieran retirarse quedó cortado en una vaguada combatiendo con su espada, hasta que le golpearon con una piedra en la cabeza dejándole muerto. 

Recuperado el cadáver por los suyos, fue transportado a la Gomera donde se le hizo un funeral en el que lloraron todas las mujeres de la isla arañándose los rostros con las uñas y gritando como si a cada una se le hubiera muerto el marido o el hijo. 

De esta muerte desgraciada se escribió un planto o «lay» que dice: 

Llorad las damas así

Dios os vala, 

Guillen Peraza 

quedó en la Palma,

la flor marchita

de la su cara.

No eres palma 

eres retama

eres ciprés  

de triste rama, 

eres desdicha, 

desdicha mala.  

¿Do está tu escudo 

Guillen Peraza?  

¿Do está tu lanza?

Todo lo acaba

la mala andanza. 

La desdichada muerte de su heredero, y el no poder tener ya la reina más descendencia, quitaron a los reyes el interés por su reinado así que viniéronse a España donde murieron pronto. 

Su hija, Inés Peraza de las Casas, fue Reina Titular de Canarias con el número IX de la dinastía, y Feudataría de Castilla. Por su orfandad quedó bajo la tutela del Duque de Medina Sidonia hasta que este la casó con otro Caballero Veinticuatro de Sevilla llamado Diego de Herrera. La boda se celebró en Sevilla, desde donde partieron a su reino con autorización del rey don Juan II de Castilla en 1446, permaneciendo en Lanzarote, y en viajes a España los siguientes años. No teniendo medios para terminar la conquista, se entrevistaron con los Reyes Católicos, y tras largas negociaciones se llegaron capitulación en virtud de la cual Inés Peraza de las Casas, como Reina de Canarias y Feudataria de Castilla, renunciaba a su título, y su esposo Diego de Herrera renunciaba la herencia titular que le pudiera caber por su hijo muerto al faltar Reina, con lo que la renuncia de los daba por extinguido el Reino d Canarias, que pasaba a integrarse en el de Castilla. A cambio, Inés Diego,  recibían cinco millones de maravedíes de contado, las rentas de las islas de Lanzarote, Fuerteventura y Hierro, el aprovechamiento de las islas despobladas o islotes, y el título de Condes de la Gomera.   

Esta capitulación se firmó en Sevilla a 15 de Octubre de 1477, con lo que terminó en esa fecha el Reino de las Islas Canarias. 

 

© Jose María de Mena 1986

© David de Mena 2019


(Lo de los Reyes Magos va con retranca).



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(Con todas las vacunas y pruebas en regla, claro).     


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