El mayor peligro para nuestra libertad es que no apreciamos, frecuentemente, el valor de la verdad.
A muchas personas que se las dan de refinadas les encantan decir que son escépticas y que vivimos en plena era de escepticismo. Pero estimo que se engañan a ellas mismas: no es que no crean en nada, sino que creen en cualquier cosa...que es distinto.
Si reflexionamos, la nuestra no es una era de incredulidad, más bien parece de arrogente credulidad. No hay más que ver cuánta gente tuvo fe en el fascismo y en el comunismo de Stalin. Y cuántas, hoy día, da por cosa hecha el calentamiento global o la llegada de una nueva Era Glacial...¡incluso ambas cosas a la vez!
Aquellos que se sienten intelectualmente superiores al común de los mortales, por lo general, creen apasionadamente en algo. -"Hay tantas verdades como personas"- predican. -"Obedece a tus sentimientos"- dicen -"Cree en lo que te parezca, sin más-" pregonan por ahí.
Creo que se trata de un inodoro y letal "gas" que está contaminando a las sociedades libres que existen en la Tierra: es el corruptor veneno del RELATIVISMO.
Muchos de nosotros sí sabe esto, pero los intelectuales, (algunos), parecen ignorarlo. La libertad no puede evolucionar, ni siquiera sobrevivir, en tal atmósfera de relativivismo. El medio propicio para la libertad es mucho más vulnerable que el entorno del planeta.
Estimo que la libertad exige familias sólidas, conductas dignas y éticas, con respeto-que no temor- como en la era del fascismo-entre los seres humanos. Precisa actuaciones con virtud, lealtades a toda prueba y los compromisos duraderos y firmes. Esta, creo, es una gran verdad.
En una economía libre también exige algo bastante especial: precisa personas con iniciativas, responsabilidad y costancia, con alturas de miras, escrúpulosas, colectivos dispuestos a correr riesgos. La gente debe tener la voluntad de sacrificar los placeres y la especulaciones de hoy por las recompesas que sólo disfrutarán las generaciones del futuro. Debe tener clarividencia, curiosidad infinita, inventiva positiva y, sobre todo, lo más preciado RESPETO. Esta es, a mi juicio, la segunda verdad.
¿Puede sobrevivir mucho una sociedad libre compuesta por individuos que habitualmente, mienten, envaucan son despóticos e irrespetuosos, que se burlan de la ley? Que aplican su "código ético" a los demás y para ellos no? ¿Puede existir la libertad donde la gente comete constantemente abusos de todo tipo, que son codiciosos que no se frenan ante nada, vulnerando todos los buenos principios de la Humanidad?
Los humanos somos las únicas criaturas que no obedecemos ciegamente los instintos de nuestra naturaleza. Al contrario, pensamos que disfrutamos de la capacidad de dominar nuestras pasiones, nuestros prejuicios y nuestra ignorancia, mediante el sentido común. En una sociedad donde tantos millones de seres están protegidos por un policía "interior"-la conciencia-no se precisan demasiados policías reales. Claro que si los individuos carecen de ése policía interno, ni todos los guardianes del orden que hay en el mundo bastan para que la sociedad sea CIVILIZADA.
Pese a la prósperidad de las últimas décadas de nuestra sociedad y las libertades induviduales que gozamos, ¿acaso no nos avergüenza la cultura que hemos creado: sus espantosos crímenes, la pérdida de su virtud, la decadencia de los Eternos Valores Humanos, la acusada falta de respeto que se va extendiendo? ¿será posible que el sufrimiento y la sangre derramada por nuestros antepasados en aras de una sólida LIBERTAD no haya dado más frutos que éstos?
A mi juicio, hay tres grandes lecciones que muchos hemos aprendido en un siglo; muchas veces, con una coste tremendo:
PRIMERA: la verdad importa. Una sola verdad, como dijo Alexander Solyemitsin al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1970, es más poderosa que todas las armas del planeta. Los mártires de nuestro tiempo-las víctimas-han demostrado una y otra vez que la auténtica dignidad humana reside en el apego al respeto y la dignidad.
SEGUNDA: aún con sus fallos, la democracia siempre es mejor que la dictadura y sus acólitos para la gente. Sólo donde existe el imperio de la ley, un gobierno de atribuciones limitadas y un sistema de frenos y contrapesos, puede disfrutar de libertad.
TERCERA: la juventud que terminaron sus estudios superiores en las décadas de los 70-80-90, son gente que dieron gran impulso, juventud extraordinariamente preparada, cosa que hasta muy avanzado el siglo XX no ocurría por falta de medios, para ejercer su propia iniciativa y desarrollar sus talentos para ir haciendo una sociedad más sólida y próspera. Ahora hay mucho fracaso escolar-universitario-¡Ojo eso es tan negativo como arriesgado para el futuro!
A lo largo de 160 años, algunos intelectuales, en documenteles, entrevistas y divulgativos ponen en duda la tercera lección. La Historia es gran Maestra, bastaría mirar hacia ella y comprobar. Pero los pobres ya son más sabios. Basta con ver hacía dónde emigran. Claro, van en busca de OPORTUNIDADES y LIBERTAD.
Bueno, nadie que yo sepa, ha promedido que las sociedades libres durarán para siempre. Echemos una mirada fría a la historía para constatar que los régines tiránicos han sido la condición más frecuente de la raza humana. Las sociedades libres han sido pocas y no han durado muchos años. Sin alimento adecuado, nuestra sociedad libre podría atravesar la noche de los tiempos como un lejano y espléndido cometa, convertirse en cenizas y desaparecer. Nuestra supervivencia pide un nuevo despertar intelectual y cultural. Así como los pulmones precisan aire, la libertad requiere virtud. La sociedad libre debe ser una sociedad ética; de otra manera, no es libre en absoluto.