lunes, 1 de mayo de 2017

* EL CAMINO *









El camino
El día había sido caluroso, empezaba a caer la tarde  y el airecillo fresco que se había levantado le invitaba a dar un paseo, a respirar y sentir su frescor. Cogió su bastón y haciendo acopio de fuerzas y con la necesidad de estirar las piernas emprendió el camino.
  Su camino, el que conocía palmo a palmo, piedra a piedra; el de toda su vida,con el silencio del campo, con el trino de las aves, con el susurro de las hojas denlos árboles….melodía perfecta para el alma y el cuerpo.
  Juan con paso lento, torpe caminaba esquivando las piedras que entorpecían su andar. Se cansaba, pedro se obligaba para ejercitar sus piernas, su musculatura.
  Ya avanzado el camino buscó donde descansar un poco y encontró una piedras planas que le permitían ese reposo .Cerró los ojos, sintió en su rostro la brisa del atardecer, el mismo canto de los pájaros, el mismo susurro de las hojas de los árboles, la misma melodía de antaño.
  Y, empezó a recordar aquellos años en los que recorría ese camino, para ir al pueblo, al trabajo. Aquellos años en los que ese camino estaba lleno de ofertas, de logros, de esperanzas. Despacio, abrió los ojos miró el tramo que aún le faltaba por recorrer y sintió que no podía; estaba cansado, sus fuerza últimamente habían menguado considerablemente.
  Por otra parte, allí al final no había nada para él; no había sueños, no había esperanzas…solo el camino empedrado dónde el andar se le hacía difícil.  Apoyándose en el bastón se levantó, miró hacia adelante, y vio el final del camino; luego volvió la vista atrás y con pasos torpes, sorteando las piedras decidió desandar lo andado.
  Los recuerdos se agolpaban en su cabeza, recuerdos de un ayer lleno de vivencias, páginas de su vida que habían desaparecido con el tiempo. Llegó a su casa, buscó su silla de anea, y sentado en la puerta se despidió de los últimos rayos de sol. Con sus manos sobre el bastón, mirando al horizonte se dejó invadir por la nostalgia, por el pasado, pues en su futuro no encontró nada que le animara, nada que le motivara.
  Ahora solo le quedaba esperar, esperar sin esperanzas para caminar el trecho que le quedaba hasta el final del camino.

   Concha Mingorance