domingo, 26 de marzo de 2017

* VIVENCIAS *


                                                            
Foto: Google



Hay veces que en la vida ocurren hechos imprevistos, estos pueden ser grandes hazañas, grandes y sonados momentos o bien al contrario tragedias o fracasos que dejan eco. Ciertamente, con frecuencia nos ocurre vivir pequeños hechos, pinceladas en nuestra vivencia que sin alborotar, sin que sea sonado, deja una huella imborrable a quien la experimenta.

Estaba yo en Oncología esperando hacerme una resonancia cuando a la sala de espera llegó una Sra más o menos de mi edad, la acompañaba su hija, una chica relativamente joven. La Sra iba llorona, muy nerviosa y la hija intentaba calmarla sin éxito. Discretamente me dirigí a ella y le pregunté qué le pasaba; ella sollozando me contestó  que le habían diagnósticado un cáncer de mama. Yo estaba en la misma situación, pero me acerqué a ella le cogí la mano y le pedí que me escuchara.

Con tono suave le dije "Usted y yo tenemos  lo mismo, es delicado, vale, pero tenemos la oportunidad de curarnos, de salir de esto, hay quien no la tiene. El cáncer se mira con enorme respeto, con algo de miedo; pero hay muchas otras enfermedades que no tienen solución, en las que se padece innecesariamente, en las que definitivo al sufrimiento.

En la carretera diariamente se quedan muchas vidas, jóvenes que no han tenido la oportunidad de vivir, familias rotas, hogares desechos.

Nada de eso nos ocurre a nosotras, este no es más que un renglón torcido en el libro de nuestra vida. Así que creo que su miedo, su estado tiene que superarlo  pues entre otras cosas nuestros hijos, nuestra familia, nuestros amigos sufren con nosotras y eso hemos de evitarlo.

La Sra conforme me iba escuchando, se iba tranquilizando y cuando terminé de hablarle me cogió la mano, y me dijo "Gracias, es usted un ángel, Dios la ha puesto a Ud en mi camino para entender que lo que tengo puedo llevarlo de otra forma".

Cuando terminé mi resonancia, al salir, la hija se me acercó, me dio un abrazo y me dijo "No sabe el bien que le ha hecho a mi madre".

Salí del hospital con una paz, con una sensación de haber cumplido con mi deber de solidaridad; olvidé mi cáncer, olvidé el camino algo pedregoso que me queda por recorrer pero sentí que Dios se había servido de mí para sembrar la esperanza en esta persona...    



Concha Mingorance.



Querida Concha, al comienzo de la entrada he decorado con una foto a modo de matáfora, "traduzco":

El sol eres que vas saliendo de los nubarrones que es tu  enfermedad, se va recuperando la calidez y la alegría que trae consigo la superación...

¡Dios te bendiga! 

Siempre estaré contigo, siempre...y a través de éste blog sigues sembrando esperanzas a otras personas que están con la misma enfermedad, eso es necesario y muy hermoso. Besos.