martes, 12 de agosto de 2014

* RELATO BREVE: MI TINA *








La segunda planta de nuestra casa gaditana, la teníamos reservada en casi todo como antaño. En algunas dependencias la iluminación allí era con quinqué y velones. La tina, (bañera antigua), era una verdadera reliquia, con patas en forma de garras, con tapón de cadena y grifos de bronce grandes y de cómodo manejo-estaba ubicada en un gran cuarto de baño con amplio ventanal con alfayabas, para protejer a los cristales de los portazos de la lavantera.                                              


Me enamoré de la tina desde chica y en ella me refugiaba cuando precisaba relajarme y me apetecía sumergirme un buen rato en ella. Al poco de estar dentro de ella, sentía que la tensión salía de mi cuerpo, como los granos de arena que se filtran por la batea del buscador de metales preciosos. Era sorprendente ver como un placer tan sencillo puede confortarnos en cuerpo y espíritu. Golpeaba con los nudillos la impecable porcelana y me respondía una sonora nota de barítono. Dejaba correr el agua, salía caliente y se desprendían de ella nubecillas de vapor, como si fuera un volcán. Añadí agua fría y moví con la mano. Lentamente me metí. Inmersa en la mar apacible y protectora, como en claustro materno, me puse a imaginar los rayos del sol sobre el azul intenso de La Caleta, con sus tonos dorados y ocres del ocaso de la tarde, el tamborileo de una bolla distante, saboreaba en los labios  la sal de la brisa marina, vocecillas de chiquillos correteando por la playa y las gaviotas con sus vuelos bajos. Me sentí sosegada, de nuevo integrada en cuerpo y alma.

Ciertamente, el baño tiene algo mágico. Los seres humanos: nacemos del agua, los cristianos hacen votos de fe con ella, de niños pasábamos largos ratos jugando en la bañera ¿se acordáis? nos encantaban. A medida que envejecemos, pierde intensidad el contacto con esa parte primordial de nosotros mismos. Frecuentemente se piensa que los baños son tan sólo un recurso para el aseo. Yo los veo con más añadidos, le pongo una cierta poesía. En mis baños , se guardan la misma relación con la limpieza que una excelente comida con mi pareja que con la restauración de las enegías del organismo. Un baño, como una buena comida con alguien especial, debe saborearse.

Puede parecer una manía, un capricho, pero tiene su propósito. Un baño calienta hasta la médula en un día frío, alivia la espalda, relaja los músculos, también despeja la mente. El baño aporta mucho y bueno. Después de una inmersión prolongada en agua calentita, mi voz se suaviza, mi respiración se hace más profunda y lenta, al salir, el aire fresco me acaricia la piel como una brisa que agita la hierba. Me relajo pero sin letargarme. No medito, pero imagino, algo que por desgracia parece que escasea. He encontrado los fragmentos dispersos de mi ser y los he reunificados...Con tiempo y agua calentita...

Tengo muchos recuerdos de mi casa tan dentro de mí que no los olvido, pese al paso de los años. Jamás podré dejar escapar aquellos tiempos cuando pasé a otros. Se han quedado "soldados" en mi memoria para convertirse en perfumados recuerdos, intensos y entrañables de una fragancia muy especial y única...

Azahares, junto con jazmines, mis flores preferidas...