domingo, 18 de agosto de 2013

REFLEXIONES: LA MADUREZ



Cuando llegué a la madurez, me gustó la seguridad que adquirí a través de los años. La juventud es pura especulación. Yo cambio la incertidumbre por la experiencia. Me agrada mucho la comprensión que dan los años. Me gusta observar a los chiquillos  enfrascados a un nuevo acontecimiento para ellos y ver cómo se sienten. Me enternece contemplar a otras mujeres embarazadas y poder compartir sus sentimientos. Nunca me avergoncé de mi ignorancia porque preguntando la dejaría atrás cuando era preciso. Me complace , en suma, la confianza de la edad madura.

Con la madurez me llegó una sensación de control sobre mí misma. Cuando jovencita, era muy impulsiva y rebelde...después reflexionaba y me percataba de mi precipitación, me preguntaba cómo era posible que aquello sucediera: sentí remordimientos, que poco a poco, me fueron serenando. La edad me ha dado un freno que ahora valoro y encuentro necesario.

Ahora no descarto casi nada simplemente porque no me guste, he aprendido a profundizar, puedo escuchar con tranquilidad a los que piesan de manera contraria y, a veces, dejarme incluso convecer, si tengo delante a una pesona serena, inteligente , sobre todo, que no se crea "con la razón absoluta".

Me siento fortalecida y aliviada al saber, por todas las experiencias que me rodean, que los desastres se pueden sobrellevar. Había cosas a las que me parecía imposible de soportar, pero ahora que han sucedido-si no a mí, a mis allegados o familiares-he comprobado cómo funciona el destino. Han muerto maridos, han nacidos niños, han sido abandonadas esposas, jóvenes que han quedados inválidos en accidentes de carreteras, mientras yo me entristecía, y pensaba que era demasiado para que lo soportara cualquiera...Y luego me quedaba perpleja por la forma en que a veces la felicidad surge de un infierno de tristeza. Ahora que he visto muchas tragedias en torno a mí y tengo motivos para temblar, tiemblo menos...

Los hijos, cuando eran pequeños, me agotaban y me preocupaban durante todos aquellos años de presiones inacabables; ahora ya llegaron los buenos tiempos. Me siento a la mesa con mi familia y puedo  mantener una conversación, más o menos importante, en lugar de verme obligada actuar de árbitro a todas horas con los cuatro. Es una bendición ver el fruto de tanto tiempo y verlos situados en la vida, después de haber constituido responsabilidades aplastantes durante estos años...No me equivoqué después de todo.

Me gusta el punto equidistente en  que la madurez nos sitúa respecto a las otras edades: los jóvenes, a mi juicio, solo pueden medir en una dirección: hacia adelante, desde las cosas tal como son,  hasta el ideal de cómo deberían ser. No pueden medir atrás, hacia las cosas como eran, porque no han vivido suficiente tiempo, y no pueden medir lateralmente, porque aún no han tenido oportunidad de conocerlas bien. Las personas de más edad, (especialmente los padres y allegados), deben sumar estas medias: esta es, creo, la razón primordial de que exista una brecha generacional...Y que siempre existirá, si no se tienen suficientemente en cuenta, analizándolas, las orientaciones y consejos paternos. Para mí fue estimulante, pero muy arduo actuar como de puente entre generaciones...No siempre acerté, naturalmente.

Pero ¿a quién le gusta mirarse en el espejo y ver las patitas de gallo que trae consigo la madurez? Si nos empeñamos en aferrarnos a la "juventud", puede ser difícil. La pérdida de la belleza de los años mozos no es nada que debamos lamentar. Yo prefiero el ingenio, el interés y la inteligencia; hay mujeres y hombres considerados feos, preferibles a los simplemente bellos.

Bueno, siempre pensé que la mitad del camino hacia algo es el punto más emocionante. Es como hallarse en una cima: nos hemos esforzado enormemente en la subida y sabemos que el descenso puede traernos dificultades pero, por el momento, nos encontramos en un lugar desde el que se contempla un magnifico panorama: el de tu vida...
     




Amor.




"Los que no tienen hijos, ignoran muchos placeres, pero también evitan muchos dolores"...

Marco Tulio Cicerón.