Hay ocasiones en las que me gusta visitar los rincones de mi mente. Ayer en la biblioteca de los recuerdos me paré ante un libro muy querido para mí, lo saqué y empecé a ojear sus páginas.
Historia entre otras historias, diferente pero repetida en muchos otros de mis libros. Me emocionó leer y recordar en sus páginas el amor de aquellas dos personas, como construyeron su hogar, hombro con hombro, limando asperezas, sorteando obstáculos.
Como el resultado de su amor se vio compensado con la hija, ella los unió más si cabe.
Ella trajo otras ilusiones a sus vidas cuando ya la estabilidad económica se había asentado en su hogar.
De repente, una hoja en blanco, un silencio que logró inquietarme.
Pasé las páginas que seguían en blanco y me encontré con un final que jamás había sospechado.
Aquella familia se había roto, aquella pareja en los que el amor era su fuerza, su unión, ya no quedaba reflejada en las páginas de mi libro.
Tropezar con él, un libro que formó parte de una etapa de mi vida y ver ese final me ha afectado y me ha hecho pensar ¿cómo de un inmenso amor se puede pasar a rodar el odio? ¿cómo de ser los dos unos, de atar con un solo lazo las ilusiones, esperanzas, llegas a intentar hundir lo que antes era sagrado?
En las últimas páginas ella narraba el final de su historia. Estaba llena de rencor, de deseos de revancha.
Las páginas de él están en blanco, no conozco sus razones pero ¿qué más da?
Para mí ese libro ya no tiene el mismo sentido, a perdido calor. Seguirá en la biblioteca de mi mente pero ese final no entraba en la historia, no me gusta y lo que no me gusta lo aparto para que no me haga daño...
Concha Mingorance.
Foto: internet.