JOAQUÍN SOROLLA: " EL BAILE", CRUZ DE MAYO SEVILLANA. |
El origen de esta fiesta se pierde en la noche de los tiempos. Yo siempre he oído a mis mayores decir que a ellos se lo contaban sus abuelos, que databa a través de los siglos, por el hallazgo por Santa Elena , madre del emperador Constantino, de la cruz donde murió Cristo. Otros decían que aún era anterior, a raíz del Cristianismo, pero indudablemente poseía un origen religioso.
Las Cruces de Mayo en Andalucía quedaron para la Historia como una de las tradiciones más entrañables y arraigadas entre nosotros. Parece que su época de mayor esplendor arranca desde el Siglo de Oro, hasta mediados, avanzado, del siglo XX, cuando adquirieron más importancia y esplendor.
Una tradición muy popular, en todos los barrios sevillanos, la vinculación a esta fiesta era extraordinaria y su fama traspasaron fronteras. Fue argumento de literatura, películas, numerosos reportajes, documentales, una seña de identidad por antonomasia, un concepto de pueblo, etc...
La Cruz de Mayo en Sevilla, era común en los patios de las viviendas, siendo en los corrales de vecinos donde alcanzaban un escenario único. Sus moradores engalanaban el patio con poquito dinero pero con mucha imaginación, pero siempre procuraban que no faltara ni un detalle: cadenetas de papel de colores, macetas, luces, sillas de enea, cada uno de los vecinos aportaban lo mejor de sus enseres: jarrones con preciosas flores, candelabros relucientes, cañeras doradas, con cañas de vidrio... Una cruz de madera a la que cubrían completamente de flores era expuesta en un frente del patio, a modo de altar, adornado con colchas, mantones de Manila, candelabros, paños bordados, una preciosidad, francamente. A la entrada, una mesita con una batea, una silla de enea y una abuela, que custodiaba los donativos que la gente del barrio echaba para sufragar los gastos de la fiesta.
En cada patio de corral había una Cruz de Mayo. Al atardecer, los vecinos se visitaban mutuamente, acudiendo a echar un buen rato de convivencia, se bailaba y se compartía la bebida y comida, se hablaba, se enorgullecían de la exhibición de la mejor Cruz. Los balcones y ventanas, cuajaditos de flores, algunos lucían mantones bordados de largos flecos. Era muy común lucir moñas de jazmines y claveles en el pelo de las mujeres.
La chiquillería, vivía con ilusión e intensamente su propia Cruz de Mayo, elaborando un diminuto "pasito" con un cajón de madera, en que sólo cabía un costalero, como mucho, dos, al que adornaban con flores de papel, una cruz de palos con sudario, más o menos vistoso y unos faldones que hacían de alguna cortina vieja. Los "tambores" eran latas de conservas grandes, vacias, que sujetaban con cuerdas a la cintura, con palitos los tocaban y hacían sus varitas con una pequeña cruz en la parte superior. Se solía pedir por la calle: -"Una perrita pá la crú de mayo, señó"- Por supuesto, llevaban un "estandarte" vistoso de su Hermandad.
Algunas contaban con un trompetista, no especialmente virtuoso, pero que le daba un toque de realce y "postín". Así se gestaban los futuros nazarenos de las diversas Hermandades sevillanas para la Semana Santa.
Yo viví algunas, al lado de mi casa, en la calle Feria, 183, casa de mi amigo, Jesús de la Rosa, del conjunto Triana. ¡Qué buena gente aquella! Se respiraba un clima de sana y solidaria convivencia. Es unos de los recuerdos más bonitos y queridos de mi vida, pese a que era muy niña, no los olvido, se me han incrustado en mis adentros para siempre...
Algo tan propio como bonito empezó a decaer cuando se comenzó a derribar los corrales de vecinos, hacer las viviendas sin patio, en pisos pequeños, se fueron los vecinos desperdigados a vivir a barriadas feísimas, sin identidad , sin el sello de sevillanía, desarraígando a los amigos de toda la vida. Si bien aquellas viviendas, con la evolución de los tiempos, precisaban de mejoras higiénicas, se pudo hacer unas mejoras conservando la más pura esencia de barrio que imprimia carácter a Sevilla.
Afortunadamente, hoy día hay Asociaciones y también algunas Hermandades que están haciendo un magnifico trabajo en apostar por el valioso legado de nuestras tradiciones, tengo que destacarlo. Es una labor muy encomiable y bonita y desde esta pequeñita tribuna les animo a seguir en su meritoria labor , con mi total apoyo y agradecimiento.
El arte de Gracia de Triana, el mejor broche de oro para dedicarles a todos esta entrada.
Mari Carmen.
Una tradición muy popular, en todos los barrios sevillanos, la vinculación a esta fiesta era extraordinaria y su fama traspasaron fronteras. Fue argumento de literatura, películas, numerosos reportajes, documentales, una seña de identidad por antonomasia, un concepto de pueblo, etc...
La Cruz de Mayo en Sevilla, era común en los patios de las viviendas, siendo en los corrales de vecinos donde alcanzaban un escenario único. Sus moradores engalanaban el patio con poquito dinero pero con mucha imaginación, pero siempre procuraban que no faltara ni un detalle: cadenetas de papel de colores, macetas, luces, sillas de enea, cada uno de los vecinos aportaban lo mejor de sus enseres: jarrones con preciosas flores, candelabros relucientes, cañeras doradas, con cañas de vidrio... Una cruz de madera a la que cubrían completamente de flores era expuesta en un frente del patio, a modo de altar, adornado con colchas, mantones de Manila, candelabros, paños bordados, una preciosidad, francamente. A la entrada, una mesita con una batea, una silla de enea y una abuela, que custodiaba los donativos que la gente del barrio echaba para sufragar los gastos de la fiesta.
En cada patio de corral había una Cruz de Mayo. Al atardecer, los vecinos se visitaban mutuamente, acudiendo a echar un buen rato de convivencia, se bailaba y se compartía la bebida y comida, se hablaba, se enorgullecían de la exhibición de la mejor Cruz. Los balcones y ventanas, cuajaditos de flores, algunos lucían mantones bordados de largos flecos. Era muy común lucir moñas de jazmines y claveles en el pelo de las mujeres.
La chiquillería, vivía con ilusión e intensamente su propia Cruz de Mayo, elaborando un diminuto "pasito" con un cajón de madera, en que sólo cabía un costalero, como mucho, dos, al que adornaban con flores de papel, una cruz de palos con sudario, más o menos vistoso y unos faldones que hacían de alguna cortina vieja. Los "tambores" eran latas de conservas grandes, vacias, que sujetaban con cuerdas a la cintura, con palitos los tocaban y hacían sus varitas con una pequeña cruz en la parte superior. Se solía pedir por la calle: -"Una perrita pá la crú de mayo, señó"- Por supuesto, llevaban un "estandarte" vistoso de su Hermandad.
Algunas contaban con un trompetista, no especialmente virtuoso, pero que le daba un toque de realce y "postín". Así se gestaban los futuros nazarenos de las diversas Hermandades sevillanas para la Semana Santa.
Yo viví algunas, al lado de mi casa, en la calle Feria, 183, casa de mi amigo, Jesús de la Rosa, del conjunto Triana. ¡Qué buena gente aquella! Se respiraba un clima de sana y solidaria convivencia. Es unos de los recuerdos más bonitos y queridos de mi vida, pese a que era muy niña, no los olvido, se me han incrustado en mis adentros para siempre...
Algo tan propio como bonito empezó a decaer cuando se comenzó a derribar los corrales de vecinos, hacer las viviendas sin patio, en pisos pequeños, se fueron los vecinos desperdigados a vivir a barriadas feísimas, sin identidad , sin el sello de sevillanía, desarraígando a los amigos de toda la vida. Si bien aquellas viviendas, con la evolución de los tiempos, precisaban de mejoras higiénicas, se pudo hacer unas mejoras conservando la más pura esencia de barrio que imprimia carácter a Sevilla.
Afortunadamente, hoy día hay Asociaciones y también algunas Hermandades que están haciendo un magnifico trabajo en apostar por el valioso legado de nuestras tradiciones, tengo que destacarlo. Es una labor muy encomiable y bonita y desde esta pequeñita tribuna les animo a seguir en su meritoria labor , con mi total apoyo y agradecimiento.
CRUZ DE MAYO EN PATIO DE CORRAL DE VECINOS. |
Mari Carmen.