El día que cumplió 80 años, envié a papá mis parabienes y unas sabias palabras filiales. Enumeré las cosas por las que todos debiamos estar agradecidos en su nombre: buena salud, amigos estupendos, batallas ganadas, proyectos logrados... a todas luces, era un hombre feliz.
Después le sugerí que ya era hora de que mamá y él tomaran las cosas con más calma. Por fin, en una casa cómoda, disfrutando de una pensión generosa debía aprender a vivir con más tranquilidad. "Relájate, papá", me citó "Ya tienes todo lo que deseabas!" Así empezó su carta de respuesta devolviéndome mis propias palabras a manera de "eco". "Sé lo que quisiste decir" , continuó, "y agradezco tu interés; pero llevar el ritmo de vida más calmado me horroriza" . Reconoció que a nadie le gusta transitar por una pendiente llena de baches (él conocía bien los caminos malos). "Pero quizás lo peor que podría ocurrirnos sería ver cumplidos nuestro deseo, y que se acabaran todas las espectativas y los retos.
"La vida no consiste en tener todo lo que se desea, sino en luchar por conseguirlo. Cada tarea necesaria requiere de un esfuerzo de la voluntad, y con cada acto algo de nosotros crece y se fortifica. Los mejores y más felices años de nuestra vida", se complació en recordar, "No fueron cuando todas las deudas estuvieron saldadas y las experiencias difíciles y abundantes habian quedado atrás, tampoco cuando nos instalamos en una casa más cómoda y libre de hipoteca. No; retrocedo muchos años, cuando viviamos en una casa pequeña y teniamos que levantarnos con el alba a trabajar hasta el ocaso para satisfacer nuestras necesidades básicas. Rara vez dormí más de cinco horas, pero lo que aún no logro explicarme es por qué nunca me cansé ni me sentí mejor que en esa época. Creo que la respuesta es que luchábamos para sobrevivir bien ; para proteger, formar y sustentar a la familia, tan unida.
Aún no habia terminado de enmedarme la plana. Continuaba: "En este mundo, el asunto de luchar por lograr lo que se desea, lo importante no son los grandes momentos, sino las victorias parciales, los estancamientos, las espectativas, la esperanza...e incluso las derrotas, (de las que tanto se aprenden). Si alguna vez fuéramos tan desafortunados de tenerlo todo, seriamos espectadores, y no participantes de la vida. Lo que cuenta es el viaje, no el arribo, siempre al lado de tu madre, que pido al Señor me la deje a mi lado el resto de mis días.
La carta concluía con una petición: "Hija, en mi próximo cumpleaños, si Dios quiere, sólo aconséjame despertar y entrar en actividad, porque dispondré de un año menos para hacer lo que debo hacer; y hay diez millones de cosas en mi lista pendientes, cosas diversas que ofreceros aún.
Para terminar, lo hizo citando las palabras de Rossetti: ¿"Es siempre cuesta arriba el camino? Sí, hasta el final"
Hoy, a sus 85 años, mi padre aún va por ese camino largo...siempre cuesta arriba.
¡Dios bendiga a mis padres!
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