sábado, 5 de septiembre de 2020

RELATO BREVE








Hace tiempo, en la tranquilidad de una mañana de primavera, me hallaba a solas en ese momento, enfrascada en la lectura. Levanté la vista, y un haz de luz entraba a través de la ventana, contemplé un espectáculo tan curioso como extraordinario. Pasé la mano a través de la nube, cada dedo arrastró con ellos un reluciente torbellino.

La interminable faena de limpiar esa gris suciedad que se posa hasta el último resquicio de la casa nos hace olvidar la primera vez que vimos, asombrados y fascinados, el reino del polvo atrapado en un rayo de sol. Pero esa imagen que tuvimos en nuestra niñez es la más descriptiva. El polvo tiene la misión de crear gran parte de la belleza del mundo. Sin él no habría nubes, ni existirían los matices delicados del follaje verde, ni los diversos tonos de las sombras. No podríamos recrearnos la vista con la hermosa neblina, ni extasiarnos ante las maravillosas puestas de sol.

El cielo lo vemos azul gracias a las pequeñísimas partículas de polvo suspendidas en la atmósfera que junto con las moléculas de aire, captan y dispersan las ondas luminosas más cortas (que son azules). En la puesta de sol, la atmósfera cargada de polvo nos permite ver los largos rayos anaranjados y rojos que colorean el cielo. El fino polvo en su capa superior crea el resplandor crespucular que podemos admirar en el poniente cuando finaliza el día...

Ya casi nadie disfruta de la observación de la Madre Naturaleza, su sonido, su colorido variado y hermosísimo...

Muchos ven en el polvo todo lo negativo del mundo, pero pocos reparan en lo mucho que aporta a la Humanidad.

He regresado con nostalgia y más reflexiva...

Bien hallados a todos  amigos. Con mis mejores deseos para la nueva etapa.








(Una menda limpia el polvo de la casa, a ver qué se piensan algunos).
                                                          😊