LA DESPEDIDA
A veces se nos hace un nudo en el alma, un
nudo que es difícil de deshacer, porque está fuertemente incrustado en lo más profundo de nuestro ser.
Ese mundo es una soledad compartida, una
soledad en la que los que nos rodean no entran. Y no entran porque es más fácil
ignorarla, es más fácil creer que escosa de viejos , de mayores.
Yo creo que nuestro cuerpo en efecto ha
envejecido, que nos hemos hecho mayores , que nuestro andar se ha hecho lento ,
pero nuestra mente está fresca ,joven , actual.
Y somos conscientes de nuestro presente, de
nuestras capacidades. A los que vienen detrás les pido que nos escuchen, que
pierdan un tiempo con nosotros y que hablemos.
Necesitamos hablar, compartir, preguntar;
necesitamos que sepan que aún sentimos y pensamos. Gran parte de la Humanidad
quiere arrinconarnos, que no entorpezcamos esa vida vorágine en la que se han
instalado.
Y las residencias se llenan, y allí parece que
solo esperamos desaparecer, dejar de respirar para que los jóvenes respiren,
para que no se sientas ni obligados ni responsables.
Pero aquellas personas que en el zenit de la
vida tenemos la suerte de no haber perdido la razón, necesitamos el calor de la
palabra, del amigo, de saber que aún la vida cuenta con nosotros aunque solo
sea para dejar nuestra semilla.
La semilla que todos y cada uno de nosotros ha
recogido a lo largo de la vida; semilla que no debemos dejar que se pierda
porque cada grano puede germinar y convertirse en una bella flor si está bien
regada.
Hablemos, dialoguemos, vivamos que solo
tenemos una vida y no podemos cortarla cuando aún falta un tramo del camino