Foto: https://es.pinterest.com inaguración del Puente de Triana, debidamente engalanado, 1852. |
Noche
en Triana
La
noche se estaba haciendo larga, el insomnio como tantas veces, le
había robado el sueño. Inquieta, nerviosa,
decidió salir a dar una vuelta, salir, tranquilizarse con el paseo que le
serviría de sedante.
Era
media noche, el tráfico había disminuido y la música del silencio inundaba la
calle Betis.
¡Calle Betis ¡bajo el puente de Triana donde
la mano izquierda toca al Altozano, y la derecha acaricia los bajos de ese
puente genuino
L a
luna aquella noche, grande, redonda, luminosa, se bañaba en el Rio convirtiendo
sus aguas en rayos plateados.
Decidió caminar bordeando la orilla, en una
comunión total con la belleza que le rodeaba; el olor a jazmines, clavellinas,
embriagaba sus sentidos.
En un
balcón el rasgueo de una guitarra y una voz con lamentos de penas de amores en
una seguiriya, añadían un punto de magia a sus sensaciones.
Sosegada, tranquila volvió a su casa, se
metió en la cama, pero no iba s0la, con
ella en estrecho lazo iban, su Rio, la luna y
el embrujo de la calle trianera.
Lentamente, dulcemente el sueño la fue
invadiendo y en esos sueños voló al país del Arte de la belleza, de la grandeza de las cosas que solo se
compran con los sentidos.