El carbonero |
Puesto de higos chumbos |
El provincianismo, con su consiguiente aislamiento, que empezó a padecer nuestra ciudad desde finales del siglo XVI y se acentuó a partir del traslado de la Casa de Contratación de Indias a Cádiz, repercutió de tal manera en la economía local, tras el éxodo de los ricos mercaderes, que la agricultura adquirió protagonismo y Sevilla dependió casi exclusivamente del comercio derivado de la producción agrícola y ganadera de sus comarcas aledañas. El fluido mercantil era un tanto elemental: huertas, que vendían sus productos en la ciudad directamente, sin apenas intermediarios, y ello originó el sistema de venta ambulante a lomos de bestias, y no había más medio propagandístico para ofrecer la mercancía que proclamarla a viva voz. De ahí nacieron lo pregones, que han durado hasta mediados del siglo pasado, extintos por la organización actual de mercados.
El campesino se veía obligado a recorrer las calles de Sevilla pregonando sus mercancias y con acusada urgencia de librarse de ella. Tenía que ingeniarse tal eficacia en sus pregones, que éstos adquirieron formas tan peculiares como insólitas, sobre todo, ingeniosas y hasta símpaticas.
Manuel Ricón Álvarez, testigo ocular de esta época del noventayocho, nos dejó constancia de sus recuerdos escritos melódicos y simpáticos ecos de aquellos ambulantes, verdaderos estilistas del pregón, de oído y de voz, toda la sal y gracia de la tierra. Y añade: -"Ni el flamenco cantar del tío de los escobones, ni el chaval que contra la pared y haciéndose son con un palito entonaba tientos o malagueñas, ni el del sereno dando la hora y anunciando el tiempo, ni aquel hombretón hermoso y ciego que ponía los pelos de punta cuando con su hermosísima voz de tenor rasgaba los aires con su cantinela: -"Veintiséis años tenía cuando la vista perdí, señoras y caballeros, tened compasión de mí-"
Luis Montoto, refiriéndose a los pregones: -"Son tan necesarios como fuentes de arte:
-"Barquiyito e canala...
Yo no quiero lo barquiyo,
que quiero a la barquiyera"...
Pero esa manifestación tan popular, arraígada y primitiva saltó también por méritos propios a la literatura. El fecundísimo poeta almeriense Francisco Villaespesa, en su libro "Panderetas Sevillanas", dedicó un soneto al pregón de la siesta:
-Respíranse soportes de adormideras;
colmenas de abejorros son los oídos;
se deshoja de sueño la enredadera
y hasta los surtidores están dormidos.
El alma se derrite, como la cera;
las pupilas son negros pozos de olvidos!
y en humo se disipa la vida entera
y en polvo se disuelven nuestros sentidos...
Se cruzan subterráneos...Más, de repente,
el alcázar de sombras se desmorona,
y otra vez nos dislumbra la voz del día.
¡Una voz cristalina de agua corriente,
por las amodorradas calles pregona
la miel y fresca sandía!
(De "Los borrachos", 1899):
Un jardín e er braso
donde las yevo;
sensitivas, violetas
y pensamientos;
asusenas, jarmines
nardos y rosas,
claveyinas, gardenias
y marimoñas.
Yamarme a mí, yamarme a mí
que vendo rosas de pitiminí,
¡Las que güelen, pare cura!
¡Hay nardos, don Leonardo,
der barrio de San Bernardo!
¡Sal, morena, a tu ventana,
mira las flores que traigo;
sal y dí si son bastantes
pá arfombrita de tu cuarto...
Y el célebre -por al inspirada partitura del maestro Serrano- pregón de los pájaros de "La Reina mora" (1903). Es muy significativo que el chiquillo que pregona la mercancia llevala jaula vacía. Ya no vende pájaros. "Eso era ar prinsipio; ahora vivo der pregón", -confiesa él mismo. Inequívoca señal de lo muy cotizado que eran los pregones de los vendedores callejeros sevillanos de entresiglos. Decía así:
"¡Pajaritos vendo yo!
En la rama los cogí;
y uno se murió
y otro lo vendí
y otro se escapó
y otro me comí
y otro lo siguió.
Los demás pa quien quiera están aquí.
¡Pajaritos vendo yo!
El campesino se veía obligado a recorrer las calles de Sevilla pregonando sus mercancias y con acusada urgencia de librarse de ella. Tenía que ingeniarse tal eficacia en sus pregones, que éstos adquirieron formas tan peculiares como insólitas, sobre todo, ingeniosas y hasta símpaticas.
Vendedor de palmitos |
Manuel Ricón Álvarez, testigo ocular de esta época del noventayocho, nos dejó constancia de sus recuerdos escritos melódicos y simpáticos ecos de aquellos ambulantes, verdaderos estilistas del pregón, de oído y de voz, toda la sal y gracia de la tierra. Y añade: -"Ni el flamenco cantar del tío de los escobones, ni el chaval que contra la pared y haciéndose son con un palito entonaba tientos o malagueñas, ni el del sereno dando la hora y anunciando el tiempo, ni aquel hombretón hermoso y ciego que ponía los pelos de punta cuando con su hermosísima voz de tenor rasgaba los aires con su cantinela: -"Veintiséis años tenía cuando la vista perdí, señoras y caballeros, tened compasión de mí-"
Luis Montoto, refiriéndose a los pregones: -"Son tan necesarios como fuentes de arte:
El Barquillero |
-"Barquiyito e canala...
Yo no quiero lo barquiyo,
que quiero a la barquiyera"...
Pero esa manifestación tan popular, arraígada y primitiva saltó también por méritos propios a la literatura. El fecundísimo poeta almeriense Francisco Villaespesa, en su libro "Panderetas Sevillanas", dedicó un soneto al pregón de la siesta:
-Respíranse soportes de adormideras;
colmenas de abejorros son los oídos;
se deshoja de sueño la enredadera
y hasta los surtidores están dormidos.
El alma se derrite, como la cera;
las pupilas son negros pozos de olvidos!
y en humo se disipa la vida entera
y en polvo se disuelven nuestros sentidos...
Se cruzan subterráneos...Más, de repente,
el alcázar de sombras se desmorona,
y otra vez nos dislumbra la voz del día.
¡Una voz cristalina de agua corriente,
por las amodorradas calles pregona
la miel y fresca sandía!
(De "Los borrachos", 1899):
Un jardín e er braso
Clavel |
sensitivas, violetas
y pensamientos;
asusenas, jarmines
nardos y rosas,
claveyinas, gardenias
y marimoñas.
Jazmines |
que vendo rosas de pitiminí,
¡Las que güelen, pare cura!
¡Hay nardos, don Leonardo,
der barrio de San Bernardo!
¡Sal, morena, a tu ventana,
mira las flores que traigo;
sal y dí si son bastantes
pá arfombrita de tu cuarto...
Y el célebre -por al inspirada partitura del maestro Serrano- pregón de los pájaros de "La Reina mora" (1903). Es muy significativo que el chiquillo que pregona la mercancia llevala jaula vacía. Ya no vende pájaros. "Eso era ar prinsipio; ahora vivo der pregón", -confiesa él mismo. Inequívoca señal de lo muy cotizado que eran los pregones de los vendedores callejeros sevillanos de entresiglos. Decía así:
"¡Pajaritos vendo yo!
En la rama los cogí;
y uno se murió
y otro lo vendí
y otro se escapó
y otro me comí
y otro lo siguió.
Los demás pa quien quiera están aquí.
¡Pajaritos vendo yo!
Paseo por la Sevilla del 98
Julio Martínez Velasco
3ª Edición.
ED- Castillejo
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