Alguien vió algo en tí alguna vez. A ello, en parte, se debe que ahora estés donde estés. Pudo haber sido un responsable y precavido padre, una buena maestra observadora, un atento jefe, un patrón agradecido, una intuitiva y valerosa madre o simplemente un buen amigo que hurgó en su bolsillo, aquel día en que estabas en gran apuro y te dió un dinero. Quién quiera que haya sido, tuvo la gentileza, cariño y la previsión de creer en tu futuro. Esas son dos hermosas características que distinguen al ser humano del orangután.
En las próximas 24 horas, sugiero que dediques diez minutos a escribir una nota de agradecimiento a quien te haya ayudado, dar un fuerte abrazo a tu marido, tu leal compañero en la vida y que siempre te ayudó en tus proyectos y supo sacrificarse por el bien de la familia, un gran beso a tus mayores por su amor y dedicación. Así mantedrás viva una relación maravillosa. A propósito, pienso que otros diez minutos a dar una oportunidad a alguien más ¿Quién sabe? Tal vez algún día recibas una carta amable que podría ser uno de los mensajes, más satisfactorios y entrañables que hayas leído