Tengo que deciros, seguidores, que el más valioso y destacado "título" que la vida me concedió fue el de MADRE, ni de lejos se puede comparar a ningún otro de los que tengo.
Mamá, la palabra más hermosa que existe. Junto a mi marido, hemos sacado adelante cuatro hijos, mi "bastón" donde apoyarme cuando lo he necesitado y el compañero ideal de mi vida y padre modélico donde los haya, es de justicia decirlo también.
Hoy me viene a la memoria mi infancia y adolescencia, vivencias intensas e imborrables donde mi madre era centro de ellas...se me viene a la memoria un bastinazo de ellos. Recuerdo que íbamos mucho a Cádiz, donde mi madre creció, teníamos casa y la playa de La Caleta era la salita de estar nuestra, las piedras caleteras y yo nos tuteábamos desde chiquetitas, jeeeeeeee...Es donde de jovencita con la panda nos reuníamos para jugar a las "Definiciones", os dejo una de ellas:
MAMÁ: dícese que es una "enfermedad" de nueve meses y una convalecencia para toda la vida...
Con añoranza recuerdo cuando los niños se pintarrajeaban las caras, me desbarataban el plumero y se ponían plumas en la cabeza y pinturas de "guerra", con mantas y sillas viejas del trastero hacían sus cabañas "indias". Era una gozada verles divertirse con los preparativos y después desenvolverse haciendo sus papeles ¡Qué maravillosos momentos! ¡Jamás los olvidaré!
Hace ya tiempo tuve que esperar nueve meses cada vez para saber cómo serían mis hijos. ¡"Qué preciosidad"! Dije cuando nació nuestra primera hija, la segunda, la tercera...y el cuarto, el niño!
Aquellos cuerpecitos tan tiernos, me quedé prendada de ellos. Me cogieron un dedo un momento...y el corazón para siempre. La primera vez que mis hijos se aventuraron fuera de casa, pensé que volaban hacia un mundo lejano, que mi corazón sería incapaz de resistir. Pensé que era el final de una gran etapa, pero me equivoqué, fue entonces cuando comenzaba una parte muy especial, un lazo firme y definitivo, era un gran premio, la meta y al mismo tiempo la recompensa en la madurez...
MAMÁ: dícese que es una "enfermedad" de nueve meses y una convalecencia para toda la vida...
Con añoranza recuerdo cuando los niños se pintarrajeaban las caras, me desbarataban el plumero y se ponían plumas en la cabeza y pinturas de "guerra", con mantas y sillas viejas del trastero hacían sus cabañas "indias". Era una gozada verles divertirse con los preparativos y después desenvolverse haciendo sus papeles ¡Qué maravillosos momentos! ¡Jamás los olvidaré!
Hace ya tiempo tuve que esperar nueve meses cada vez para saber cómo serían mis hijos. ¡"Qué preciosidad"! Dije cuando nació nuestra primera hija, la segunda, la tercera...y el cuarto, el niño!
Aquellos cuerpecitos tan tiernos, me quedé prendada de ellos. Me cogieron un dedo un momento...y el corazón para siempre. La primera vez que mis hijos se aventuraron fuera de casa, pensé que volaban hacia un mundo lejano, que mi corazón sería incapaz de resistir. Pensé que era el final de una gran etapa, pero me equivoqué, fue entonces cuando comenzaba una parte muy especial, un lazo firme y definitivo, era un gran premio, la meta y al mismo tiempo la recompensa en la madurez...
Feliz Día de la Madre a todas, con afecto.
Mari Carmen.
Foto: internet.