La diferencia del valor del dinero con el actual es inmensa, por supuesto. Echemos un paseo por la historia del primer tercio del siglo pasado.
A finales de la década de los años veinte continuaba vigente la monedita de un céntimo, la "perra chica" y la de dos céntimos, la "perra gorda", vox populis. Eran conocidas las monedas de 5 y 10 céntimos, debido a que estas monedas llevaban en el reverso un león sosteniendo el escudo de España, cuyo diseño era tan malo que en realidad parecía más un perro que un león.
Mi madre, siendo una niña recordaba que el céntimo tenía un valor "sustancial" para la chiquillería. Como recompensa, a veces, les daban 1 ó 2 céntimos. Por aquellas calendas, el medio kilo de pan costaba en la tahona 23 céntimos, es decir, que de una moneda de un real devolvían dos céntimos. Con esa monedita mi madre se compraba: 2 caramelillos, 2 castañas y su amigo 2 bolitas de barro para jugar a las canicas. También se podía adquirir por ese precio, unas bolitas con sabor a anís y lo mismo costaban unos diminutos caramelillos conocidos como "lágrimas". Por 1931 cuenta que hubo huelga a causa de la subida del precio del pan que pasó a ser de 25 céntimos el medio kilo. De ahí arranca que empezara a dejar de circular aquellas memorables moneditas.
Desde esta época, el valor de una viena valía 5 céntimos y 10 la barra o bollo. Un vaso de vino en la taberna del barrio, con aceitunas o "chochos", (altramuces), 10 céntimos y 5 solo. Por los años treinta, un par de zapatos para adolescente costaba unas 15 pesetas. Un vermut en el Casino de los Ferroviarios o en el Casino Mercantil, 15 céntimos con una aceituna y una anchoa, jeeeeeeeeee...
El agua de colonia coméstica para teñir el cabello se vendía a 5 pesetas en las perfumerías. Las fotos en Los Jardines de Murillo, (La Pasarela), 4 pesetas las seis. Una pastilla para teñir las ropas valían 65 céntimos, para teñir en casa. En tintorerías, un traje de hombre por 7 pesetas, un vestido de mujer por 5. En Casa Gago, (en la Cuesta del Rosario, Nº 7), los lutos se entregaban a las 24 horas.
Comer en la calle: restaurantes de primera por seis pesetas el cubierto nos podíamos dar un espléndido homenaje. ¡Un lujazo! Había pocos hoteles con teléfono en las habitaciones, era todo un signo de "postín", un lujo considerable de la época.
Foto: sevilla.abc.es
Confiteria Filella, en calle S. Jacinto, Triana. |
En el año de la Exposición del 29, los hoteles de primera tenían teléfono en todas las habitaciones que costaba 25 pesetas el hospedaje en pensión completa, (un precio especial). El más caro de España por aquellas calendas, el Hotel Carlton de Bilbao.
Destacaremos que las tarifas de ferrocarril eran también muy baratas. Desde cualquier sitio de España hasta Sevilla, con motivo de La Exposición, costaba el billete de 2ª clase, el kilómetro 9 céntimos y un tercio.
Los alquileres de viviendas ascendían a 500 pesetas un gran piso de lujo amueblado con 4 dormitorios...
Ya oía mi madre aquello de : "Pero qué cara está la vida"...