martes, 24 de noviembre de 2015

LA SEVILLA QUE SE NOS FUE: EL "AGUAÓ" Y LOS PUESTOS DE AGUA DE ANTAÑO










Cuando yo era niña nuestros mayores nos contaban maravillosos cuentos plenos de aventuras y con moralejas que nos dejaban quietecitos y muy atentos por largos ratos. También era costumbre relatar casos y cosas  vividas por ellos, sobre todo, costumbres que se habían perdido por la evolución propia del tiempo o se veían que iban a desaparecer.

Una de estas era que en Sevilla durante muchos años había una diversidad de puestos de agua, al público en general, repartidos por zonas pobladas en los kioscos de agua y la simpática y entrañable figura del "aguaó", que iba ambulante pero dentro de una zona concreta. 

Me encantaba estar entre mayores era, (y soy), curiosa y sabía que aprendería de ellos. Hoy echo mano de la memoria de aquellas reuniones que se hacían en las añoradas y grandes azoteas, cuajaditas de macetas, con sus diversidad de colores y fragancias en las tardes otoñales y de inviernos. O en el patio de nuestra casa gaditana...

Al atardecer en verano, se veían pasar pregonar las mercancias de los vendedores de chucherías y los niños con la bandejita de moñas de jazmines.

Una anciana con el pelo recogido en un moño y una moña de jazmines e inmaculado delantal blanco, muy pulcra, pregonaba con voz inconfundible y fuerte aquello de :
¡"Agua, chochos y avellanaaaaaaaaa" (debo aclarar que en Sevilla a los altramuces se les dicen chochos, vox populis, es expresión coloquial y no es despectivo ni ordinario), está perfectamente aceptado).

En Sevilla existieron diversos  puestos o kioscos de agua para el público. La venta de agua fresca por aquellas calendas era cosa muy común. La gente, especialmente  las mujeres, no se atrevían a entrar en ningún bar a pedir un simple vaso de agua ¡Estaba muy mal visto! Así que compraban un vaso o trago generoso del búcaro, (botijo en finolis), por una perra chica, es decir, 5 céntimos. Además había cuatro o cinco lugares en la ciudad en donde había puestos de agua fresca fijos. El de la Plaza Nueva, esquina con la cercana calle Tetuán. La señora instalaba un artilugio de madera en forma de grada en la que que cabía "de tó", varios cacharros de barro, búcaros, botellas y tallas. Por lo general, resguardada bajo la sombra de un frondoso árbol. Existía otro puesto similar junto a el Arco de la Macarena, y que se popularizó con una coplilla que decía:

-En la Macarenita
me dieron agua,
más fría que la nieve
en una talla-... 

El otro puesto, en la hermosa y amplia Alameda, delante del Casino de los Ferroviarios. Este  me dijo mi abuela, estaba muy bien surtido, vendían chochos, higos chumbos peladitos y dulces, higos chumbos de varias clases: blanquillos, los melares y, a veces, los moraditos, que los traían de Sanlúcar de Barrameda, una curiosidad; estos chumbos al rato de comerlos teñía la orina de azul con gran sorpresa y mieditis para quien los tomaba por primera vez y no era advertido, como le pasó a ella. Muy popular fue también el puesto de Abilio. Pero los mejores higos chumbos que ella recordaba eran los que vendían los ambulantes por los barrios sevillanos.
El "aguaó", personaje popular de la Sevilla de antaño


Fotos:

Internet.