El bien hace de los trabajos y aportaciones y el éxito de ellos va en función de las personas que los desarrollan, por categoría humana y dignidad. No resulta absolutamente nada ético ni tampoco democrático utilizar un cargo público o jerárquico para calumniar, amenazar o difamar a persona o colectivos, incluso`partidos políticos que se dicen democráticos, por el simple y elemental hecho de tener otras idelogías.
La prepotencia de algunas personas que creen que el puesto que ocupan lo van a tener vitaliciamente, nos lleva a los demás ciudadanos a retroceder en el tiempo, cuatro décadas, cuando las amenazas, campeaban por los centros oficiales, Universidad, Escuelas, etc. haciendo de todo una vergonzosa dictadura infame, sucia, burócrata y denigrante, de terribles recuerdos para los demás maduros.
Cuando una persona libremente hace opción a su derecho de ejercer su cargo público tiene que tener muy claro que su actitud tiene que ser intachable, dialogante y respetuosa, también le está permitido hacer una dura oposición, claro, pero dentro de unas elementales normas de ética, no perdiendo la verguenza y la dignidad en ese ejercicio y que por encima de todo, tienen que respetar las normas que todos votamos en las urnas. A nuestra sociedad le repele que traten de manipularnos, (la gente tiene un "filtro" en la frente y lo advierten).
La calumnia es la manera más rastrera y repugnante que puede tener una persona o grupo para intentar hundir y desprestigiar a otras.
Con el paso de los años no he perdido nada de lo que mis padres y la Escuela me enseñaron: respeto, tolerancia, solidaridad, verguenza y dignidad, bueno, solamente con el tiempo he perdido el miedo a los monigotes que se las dan de intelectuales y que se creen el ombligo del mundo, y que los mismos que los han colocado en un cargo, el día menos pensado lo mandan a paseo, y más aún, por LAS URNAS, inequívocamente.
Una cosa que hace grande al ser humano es el diálogo, y por tanto, cuando el caso lo requiere, hay que hablarlo cara a cara, y no con poco tesón, de otra manera, tal como lo hacía el fascismo cruel, que se dedicaba a meter el miedo en el cuerpo a las personas más débiles y sencillas.
Tan culpable es el que hace una indignidad, como el que a sabiendas que está perjudicando a todo el entorno donde se mueven. LA SOCIEDAD.