martes, 12 de octubre de 2010

ELOGIO DEL INVIERNO






El invierno llega por igual a la ciudad y al campo, pero de manera diferente para cada uno. La mano que tiende al campesino es una mano helada y cubierta de escarcha; la que ofrece al ciudadano, enfundado en nieblas que enturbian la luz de las lámparas del mediodía. al campesino le trae la nieve en las desnudas ramas de los árboles, las estrellas de escarcha en los senderos, los exquisitos engarces y adornos de plata para las hiedras de los muros. Al ciudadano le trae la gripe, los traicioneros resbalones en las calles, a veces mal iluminadas, las ráfagas de blancos proyectiles disparados por los golfillos irrespetuosos, los pies húmedos, el fango que lo invade todo.




El invierno es noble en los bosques y en las soledades, pero pierde dignidad en las ciudades y en medio de la cilivización. En las ciudades, la nieve recién caída pierde pronto su pureza y se torna grisácea, como los gorriones urbanos.




Al hombre de la ciudad no le suele gustar demasiado el invierno. Lo considera casi un estorbo; los tenderos lo barren de las puertas de su establecimientos. A los pocos días llega el deshielo, y los tejados y aleros vierten un llanto interminable.




En mi tranquila aldea, sin embargo, el Invierno es tan atractivo como los primeros días del verano. Hasta los signos precursores de su llegada son atractivos. La escarcha matinal en los muros me dice que se acerca. Se puede sentir su impalpable presencia en el aire quebradizo, en la luz del sol, brillante, pero no cegadora; en la sangre, que corre más apresuradamente por nuestras venas cuando caminamos. Yo gozo al contemplar cuántas cosas se hacen visibles en esta estación, que el verano había mantenido ocultas: los toscos nidos en las altas ramas y las granjas esparcidas entre el bosque; el sinuoso curso de los arroyos. Todas estas cosas estaban perdidas y enterradas bajo la hojarasca del verano y sólo ahora pueden ser descubiertas, como con la edad descubrimos unas verdades que la juventud ni siquiera sospechaba.




El Invierno en el campo, sin nieve, es como un verano sin rosas. La nieve es la obra maestra del Invierno, su última y más exquisita gracia. Cada Invierno, la caída del primer copo constituye un acontecimiento. Embarga nuestra imaginación. Un niño generalmente no se da cuenta de la aparición de las hojas y las flores, pero siempre se sentará ante una ventana y se pasará mucho rato contemplando el descenso de la deslumbradora aparición, mientras deja vagar la imaginación soñando cosas maravillosas y extrañas. El más prosaico de los mortales, cuando al salir de su casa una mañana se encuentra ante un manto blanco, mullido y nuevo, nota en su interior una vaga sensación de placer, cuyo origen tal vez le sería difícil de explicar.




El Invierno acentúa el arrebol en las mejillas de las muchachas, hace crecer barbas de carámbanos en los aleros, convierte el lago en una pista para que disfruten los patinadores. Se diría que la estación infunde en todo un espíritu de alegría. Los hombres con quienes me cruzo parecen más alertas y saludables; hablan con voz más fuerte y alegre. Sé también que son más caritativos. El Invierno une "a todas las criaturas de la tierra", y la vida hogareña adquiere un nuevo atractivo vista desde la pálida claridad exterior. El sofá y las zapatillas se convierten en un lujo apetitoso, y la gran cafetera ronronea sobre la lumbre como un gato al que acaricia. En las largas tardes cálidamente iluminadas por la llamas de la chimenea, los libros nos revelan la intimidad de sus almas mejor que el verano, y una ojeada al campanario de la iglesia, resplandeciente bajo la helada luz de la luna, hace más tibias las espesas mantas y más profudo el reposo.




Estamos acostumbrados a considerar el Invierno como la tumba del año, pero no lo es en realidad. En los desnudos árboles, en los desolados jardines, en la tierra helada, sólo hay una aperente cesación de actividad de la Naturaleza. El Invierno es como una pausa en la música, pero durante las pausas los músicos están afinandos en concreto las cuerdas de sus instrumentos, preparándose para la explosión del futuro acorde.




La primavera, incluso ahora, está acechando bajo tierra, y antes de que las primeras nieves se hayan fundido del todo ya se asomará a hurtadillas en las campanillas de las prímulas y las violetas; luego, más atrevidas, estallará en los crocus, blandiendo sus lámparas de bellos colores; luego, en finas gradaciones, el año floral llegará a su cenit: la rasa, y luego, en gradaciones más sutiles, morirá en el crepúsculo de caléndulas, dalias y crisantemos. Y así llegamos otra vez a las bellas primeras nieves.








"ESPERANZA DEL INVIERNO"






El invierno, el invierno crudo y frío,


con su corte de rudos vendavales,


ha llegado azotando los cristales


y en el bosque los árboles con brio.




Ya los hielos cuajaron en el río


y los variados tonos otoñales


se han tornado monótonos, iguales.


Todo parece triste, tan sombrío.




Pero en aquel paisaje desolado


-cual plumas de las alas de ángel desprendidas-


cayó la nieve, bálsamo sagrado.




El pino fue almendro engalanado,


y abrigadas las plantas ateridas


quedaron, bajo un manto inmaculado.












Recopilado


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