Creo que a veces deberíamos concedernos un permiso fundamental: el permiso de ser nosotros mismos. No todos tienen este problema, pero hay quiénes tienen una imagen de sí tan idealizada, elevada e irreal, que nunca pueden alcanzarla. Otros malgastan toda la vida esforzándose por llegar a ser lo que otras personas esperan de ellos; luego están aquellos que luchan con todas sus fuerzas por ganarse la aprobación, el amor o la consideración de otros. Van por la vida como Sísifo, sin lograr jamás empujar la piedra hasta la cuna, sin aprender una de las lecciones más importantes de la vida: que los demás nunca podrán darnos la propia estima; a fin y al cabo, este es un regalo que debemos merecerlo.
Veamos, una discusión puede surgir de una pizca de verdad o de razón; pero siempre acaba perdiéndose en el camino de la polémica. generalmente nos irritamos cuando nos damos cuenta de que no tenemos razones o motivos suficientes para exponerlas con la debida tranquilidad. En todo caso, con demasiada frecuencia, una vez que nos hemos embarcado en una discusión ya lo importante no son las razones que tenemos, sino GANAR el debate y APLASTAR al contrario.
Séneca decía muy bien, a mi juicio, que "la razón trata de decir lo que es justo, pero la cólera trata de que sea justo lo que ella ha decidido previamente".`¡Qué de argumentos se nos ocurren entonces! ¡Y qué tantos nos parecerían en frío! Y no nos importa contradecirnos o defender las argucias más peregrinas; lo que cuenta es que nuestros sablazos "lógicos" sean fuertes.
El impulso natural de todo ser humano para mejorar su condición es tan fuerte que puede, por sí mismo, no solamente conducir a la sociedad a la riqueza, bienestar y prosperidad, sino también superar los mil y un obstáculos enojosos con los que la insetez de las "leyes humanas" tan a menudo lo frustra.
Mari carmen.
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