Entre una y otra escena, el espectador, ve una mejilla de mujer atravesada por un tenedor, y dos cuerpos desnudos revolcándose sobre la batea de un camión lleno de basuras. En pocas palabras, lo que allí aparece una y otra vez es horror, depravación, carencia absoluta de sensibilidad, fealdad irredimible, y por supuesto,ausencia total de ética.
Los defensores de cierta cultura popular de hoy están a tal grado, (por sus comentarios), obsesionados con la habilidad superficial y las argucias comerciales, (para los que todo vale), que pasan por alto las cuestiones más importantes del alma y la esencia más elevada del ser humano. Parece que la suya es, en el fondo, una querra contra la responsabilidad que tenemos de juzgar las cosas.
Se ve frecuentemente en la actualidad un rechazo de reglas tradicionales de ÉTICA, VERDAD Y BELLEZA. La fealdad está siendo venerada como una nueva norma. Se acepta en un porcentaje elevado la capacidad de escandalizar como sustituto de la vieja capacidad de inspirar ideas y sentimientos nobles.
Durante la época de oro de Gary Cooper, Jimmy Stewart y Katharine Herburn, se dijo que Hollywood creaba personajes irreales, más dignos de amor y de admiración que el común de los mortales. En nuestros días, la industría cinematográfica, frecuentemente, ofrece con regularidad personajes que también son irreales: menos decentes, menos inteligentes y menos nobles que nuestros amigos y vecinos.
En lo que respecta a la música popular, la situación es de aúpa. Antaño, los padres de familia se preocupaban por la posible influencia de ídolos como Presley, Sinatra o los Beatles: pero esos intérpretes eran dechados de ternura y romanticismo si los comparamos con Madonna, por ejemplo. Los cantantes de ayer , ciertamente, explotaban la sexualidad, dentro de lo admisible, pero sus canciones aún idealizaban las relaciones duraderas de pareja. Lo que llama la atanción, a mi juicio, de la música popular del momento es la visión fría, amarga y sádica que promueve y fomenta las relaciones pasajeras y sin alma.Son escasos los que reflejan en la cultura popular los valores del altruísmo, solidaridad y disciplina, tan esenciales para la vida familiar normal. El cine de hoy, con muy logradas excepciones, presenta con abrumadora frecuencia a personas aisladas y las pocas cintas que tratan de una familia suelen presentar matrimonios redicalmente disfuncionales: un esposo acusado de querer matar a su mujer, como en "Cambio de Fortuna", o una esposa que duerme con la amante de su marido como en "Henry y Junne" o un matrimonio cuyos intergrantes acaban por matarse como en "La guerra de los Rose"
¿Será mera coincidencia que la guerra contra las normas éticas en el arte, la música, la televisión, la publicidad y el cine vaya aparejada con una conducta cada vez más destructiva por un colectivo amplio de juventud?
Naturalmente, sabemos que existe una juventud en la sociedad respetuosa, colaboradora con las ONG, muy positiva y lo valoramos, no se puede generalizar en nada en esta vida. La guerra entre los que defienden a quiénes están en contra de éticas y de buen gusto en esta cultura relativa, será el tema principal en los años venideros. Pero no la resolverá una censura rigurosa, eso creo que sería inoportuno, El boicoteo a los patrocinadores, las protestas constantes, y sobre todo un decisivo método educacional, entre otras formas de razonamientos, seria mucho más eficaz que una nueva ley por parte del Gobierno. Ya tenemos registrado en la Ley el Derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen. ¿Se respeta? Se permite que en determinadas "tertulias" televisivas por periodistas de medio pelo y "colaboradores" cuya aportación consiste en echar todo lo peor sobre alguién, crispar y buscar todo lo conflictivo y fangoso, lo de menos; QUE SEA VERDAD.
En los esfuerzos que hagamos por evitar la contaminación-degeneración de nuestra sociedad, debemos ir más allá de la mera discrepancia contra lo malo y negativo. También es imprescindible acordarnos de promover lo bueno y noble. No tendremos películas buenas ni tertulias televisivas positivas y enriquecedoras mientras los ciudadanos conscientes no estén dispuestos a luchar para que la sociedad vuelva a tener los principios éticos.
He querido compartir con vosotros unas conclusiones, que no tienen porqué ser compartidas, claro...