jueves, 11 de enero de 2018

SEVILLA Y MURILLO


La Inmaculada de Murillo, Museo de Sevilla



A lo largo de su vida, Murillo, aparte de infinidad de trabajos para familias particulares que le encargaban cuadros religiosos, Murillo hizo gran números de cuadros para la catedral de Sevilla, el convento de la Merced, (hoy Museo Provincial, la segunda pinacoteca de España), Hospital  de la Sta Caridad, y sobre todo para el convento de Capuchinos. Veintiuatro cuadros por lo menos, catorce para la catedral , siete para la Santa Caridad, dos para el Palacio Arzobispal, y de diversas procedencias se conservan en el Museo del Prado, de Madrid, treinta y cuatro cuadros de este autor.

Entre ellos destacan las célebres "Inmaculadas", tema al que fue muy adicto, habiendo creado Murillo el verdadero prototipo de la Virgen en el misterio de esta advocación, en figura de mujer bellísima, vestida con ropaje blanco y un manto azul celeste, de la que hizo tres versiones, como pueden verse en el Museo de Sevilla: la "Niña", que se muestra el candor de los doce o trece años; la del "Padre Eterno", en figura de mujer de veinte años, llena de espiritualidad y misticismo, y la "Grande", en figura de mujer de treinta años, que transmite protección al mundo.

Muchos cuadros de Murillo son de temas profanos, generalmente tomando personajes y escenas populares sevillanas, que tan bien conocía, especialmente relacionadas con la pobreza , en que se desenvolvió su infancia, pero sin poner en ellos amargura, sino lo contrario, cuanto hay de ternura y de humor. Así, Abuela despiojando a su nieto , Niños comiendo fruta, Niños comiendo melón, algunos de cuyos cuadros se encuentra en Francia, Alemania, Rusia y  Estados Unidos. Para que nos hagamos una idea de la cotización de los cuadros de Murillo, baste decir que el cuadro de la Inmaculada Concepción, que se conserva en el Museo de Louvre, no siendo de los mejores, fue pagado, a fines del siglo XIX, por dicho museo, en la formidable suma de seiscientos quince mil francos de oro. La diferencia con la moneda de hoy, muy bien puede hacer multiplicar por mil el valor de dicha obra. Otras han valido mucho más.

UNA CURIOSIDAD: el cuadro de la Virgen de la Servilleta, que se puede admirar en el Museo de Sevilla. Dice la leyenda que habiendo dedicado Murillo dieciocho años de su vida a pintar cuadros para en convento de los Capuchinos, diariamente le llevaba el almuerzo al propio lugar de su trabajo un hermano lego. Y habiendo terminado el pintor su formidable retablo, se despidió de los frailes.
El hermano lego que le había servido le dijo:
-Señor Murillo, ya que os he acompañado y servido en todo este tiempo, ¿me querríais hacer la merced de regalarme algún pequeño dibujo para vuestro recuerdo?
-¿Y qué dibujo queréis que os haga?
-Una virgencita para ponerla en mi celda. Así le rezaré todos los días y a  la vez me acordaré de vos

Entonces Murillo le pidió la servilleta limpia en que le traía diariamente el almuerzo, y sobre esa tela pintó en breves minutos, con firme y rápido trazo, la maravillosa figura de la Virgen con el Niño en brazos, que con el nombre  de Virgen de Belén, o Virgen de la Servilleta se exhibe en lugar preferente del Museo .

Por cierto, que otra leyenda afirma que ese Niño Jesús que aparece en éste cuadro, podría ser un hijo que Murillo tuviera fuera de su matrimonio, quizás con una panadera del barrio de la Merced, dueña del horno de pan de la calle Monsalves.

El gran pintor, hombre generoso y que conocía las dificultades con que los jóvenes tropieza para formarse artísticamente, creó la primera Escuela de Artes de Sevilla, no sólo costeando de su bolsillo los,  materiales, sino dando él gratuitamente las enseñanzas, consiguiendo después la ayuda de otros pintores y el apoyo de las autoridades. La
 escuela funcionó desde 1660 en la Casa Lonja.

Tenía más de sesenta años y aún Murillo estaba vigoroso y aceptó pintar la escena de Los desposorios de Santa Catalina, del convento gaditano de los Capuchinos, a pesar de que había que trabajar en lo alto. Ocurrió que a la terminación del cuadro sufrió una caída, de la que resultó Murillo mortalmente herido. Acostado en un carruaje sobre un montón de paja, soportando valientemente grandes dolores de múltiples fracturas y lesiones internas, se hizo conducir desde Cádiz a Sevilla, a donde llegó moribundo. Murió el 3 de abril de 1682, al parecer en la casa número 5 de la Plaza de Sta Cruz.





Basado  en una conferencia de:
José Mª de Mena, historiador y escritor.  

Foto: internet.



Me he colado aquí porque no me has dejado que te diga que la Purísima de Murillo es una de mis pinturas favoritas y que me ha encantado lo que nos has contado, no lo sabia y ha sido estupendo conocer todo lo que nos has contado. Un abrazo y ya me voy
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Ya he traido el comentario a su lugar. Espero que no aparezcan los duendecillos de nuevo.
Gracias Ester.
Un beso.