domingo, 7 de febrero de 2016

* CONCHA MINGORANCE *: "SUEÑO"



Concha Mingorance, la autora.

SUEÑO
******




Empezaba a refrescar, el airecillo de las mareas acariciaba los campos sufrientes del calor del estío. A esa hora Mercedes salía al patio de la casa, a esa hora, bajo la parra, se sentaba en su silla de anea, cogía la labor de repaso o remiendo que sus hijas le preparaban
Ya sus dedos deformados por la artrosis carecían de la sensibilidad para acometer otro tipo más delicado de labores. Aquellos bordados, aquellos encajes que antaño dominaba se habían quedado encerrados en su costurero.
Para ella, esa  hora, esa paz, solo roto por la  música muy bajita que emitiera la radio, ese silencio, le transmitían sosiego.
Sobre sus rodillas puso el paño blanco para proteger la labor del roce con su negra vestimenta.
La música suave la envolvía, todo le gustaba, clásica, flamenco, copla, moderno sin estridencias…
 En esos momentos Estrellita Castro cantaba "El día que nací yo," Mercedes bajito también la canturreaba y le daba sentido a la letra.
 Por un instante dejó la labor sobre sus rodillas, cerró los ojos y una dulce somnolencia se fue apoderando de ella y se dejó llevar.
 De pronto se oyeron voces que se acercaban por la puerta trasera de la casa, eran voces jóvenes y venía riendo y cantando
 Entraron en el patio y empezaron a acomodarse haciendo un corro. Les rebozaba la alegría y la juventud
 Un chaval sacó la guitarra y con voz bien timbrada entonó unos fandangos de Huelva. Las palmas le acompañaban, pasaron a las bulerías, las alegrías…Las chicas se turnaban y salían a bailar moviendo sus brazos, sus caderas, contoneando el cuerpo, poniendo en cada paso de baile la sensualidad que el flamenco lleva impregnado.
 Una morena de ojos almendrados, de pelo negro como la endrina salió a bailar, Sus brazos se alzaban al cielo como palomas, sus manos jugaban con el aire enroscándose con la cadencia del baile, sus ojos desprendían chispas que embrujaban
 Manuel, uno de los chavales sintió que aquellos ojos le estaban embrujando, que aquel pelo negro le estaba atando y sintió deseos de ser rodeado por aquellos brazos. Sus miradas se cruzaron y ninguno de los dos podía ni quería romper la magia del momento
 Poco a poco el grupo se fue deshaciendo y  alejando dejando solos  a  Manuel y Mercedes, que allí en aquel patio, bajo la parra unieron sus manos, en un deseo de darse y ser solo uno. Allí bajo esa parra empezaron a crear una historia, un camino a recorrer juntos…
 Mercedes despertó sobresaltada, ¿había sido real ¿ había sido un sueño ¿…
 Si, efectivamente fue un sueño, un sueño que le trajo al presente como, cuando y donde conoció a Manuel, su compañero, el amor de su vida...
                 


 Concha Mingorance.



Querida Concha, mientras tengas sensibilidad, imaginación y grandeza de sentimientos, con una pluma y un tintero, nos mostrarás tu exquisita prosa ¡La más bella del mundo entero!
¡Gracias!