domingo, 2 de agosto de 2015

MUJERES PIONERAS, IV: EL FLAMENCO


 "La Niña de los Peines", la mejor cantaora.


EL BAILE FUE LO PRIMERO
Y LA MUJER SU PROTAGONISTA

...Todos estos incovenientes no han sido suficiente para evitar que las mujeres ocupen un lugar destacadísimo en el mundo del flamenco. Se podría hacer una lista enorme de nombres de mujeres que han destacado con genialidad creadora e interpretativa en los tres campos del arte:
(cante, baile y toque), nos ha bastado hacer unas anotaciones sobre algunas.

En el cante es indiscutible la figura de Pastora Pavón Cruz, "Niña de los Peines", Sevilla, 1890-1960, cantaora. La voz flamenca más reconocida de la historia del flamenco. En 1996 la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía declaró su voz Bien de Interés Cultural, (han tardado mucho pero, al menos, ya está reconocida). A los ocho años, ya se tienen noticias de actuaciones suyas en público. La cantaora más enciclopédica y perfecta de todos los tiempos, deja su sello en los tangos, seguiriyas, peteneras, soleá de La Serneta, a la que conoció. Saeta, bulerias, cante al que le da el nombre. Bambera, etc. Dejó muy amplia discografía. Su condición de mujer puede ser el motivo de no haber recibido en su momento La Llave del Cante. Ella y su obra han sido referente de la calidad para presentar la candidatura del flamenco a ser considerado Patrimonio de la Humanidad.

Otras mujeres han mostrado su genialidad en el cante son: Mercedes Fernández Vargas, "La Serneta", de Jerez de la Fra, (Cádiz 1840, Utrera, (Sevilla 1912), cantaora y guitarrista. Otras grandes figuras como Juana "La Macarrona", Manuel Torre, Chacón...La Serneta, creadora de uno de los estilos de la soleá más admirados. Cuando se retira del cante se dedica a dar clases de guitarra. Una de sus letras más conocidas encierra una "radiografía" del carácter de lo masculino y femenino:

"Presumes que eres la ciencia
Yo no lo entiendo así,
Porque siendo tú la ciencia,
No me has comprendio a mí"...

El hombre representante de la razón, disciplina, une incapacidad para  captar otros valiosos valores  que están  en la geografía de lo femenino: Los afectos, sentimientos, la empatía.

Siempre se ha dicho que el cante de soleá pertenece en gran parte al patrimonio creativo de la mujer. Una de las primeras creadoras de la soleá es "La Andona", compañera sentimental de cantaor mítico, "El Fillo".

Trinidad Navarro, "La Trini", Málaga, 1868-Antequera, hacia 1930. Tuvo una vida de reveses, mostró siempre un carácter valiente y una actitud superadora de las adversidades. En sus últimos años de vida, regentó un ventorrillo en La Caleta de Málaga.

En el campo del baile, la lista también es extensa iniciándola con aquellas míticas bailaoras: Macarrona, La Cuenca, La Malena, La Mejorana, Gabriela Ortga, Pastora Imperio, Carmen Amaya, Matilde Coral, Cristina Hoyos,  Manuela Carrasco, Merche ·Esmeralda, Sara Baras...                                               

La primera bailaora que bailó vestida de hombre fue La Cuenca, también guitarrista, las soleares las bailaba tal como se conoce hoy, zapateando. Imitaba con su baile la suerte de matar un toro.

Carmen Amaya: 1913-1963. Es conocida por ser la más grande. Nacida en Barcelona. Bailaora y cantaora. Hija del tocaor, El Chino. Recorrió toda España y el mundo con su arte. Entre  1937-1940 realiza varias actuaciones en Sudamérica. Actúa en Nueva Jork, es portada en la revista Life y en 1942 llega a ser una de las destacadas figuras de Hollywood, interprétando El Amor Brujo de Falla, en el Auditorio Bow I, ante 20.000 personas. Lo que más impresionaba de ella era su nervio, sus violentas contorsiones, una salvaje impetuosidad de bailaora de casta. Cambió el traje de volantes por el de hombre, mostraba toda la fuerza que se le negaba a la mujer. La Capitana, como la llamaban, había asumido la responsabilidad de sacar  a su familia adelante dandoles trabajo y como el patriarcado prescribía a los hombres...         
La gran Pastora Imperio, hija de La Mejorana.
                                                                                              



M. López Castro.
Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga.