domingo, 15 de junio de 2014

LOS CORRALES DE VECINOS, VIII




Jazmines, habitual el los patios del corral.
El ciclo cotidiano en el corral de vecinos hace una centuría era algo así: con el alba, con el canto de los gallos, en jaulas de caña, los vecinos se preparaban para el trabajo, todos, salvo excepciones. Eran albañiles, herreros, blanqueadores, zapatero remendón, planchadoras, limpiadoras, costureras, etc. Las actividades, por lo general, se desarrollaban fuera del corral por parte de los hombres, salvo el zapatero, y dentro del corral las mujeres: costureras, y las que tenía niños de mantillas, las demás, en casas como lavanderas, cocineras, limpiadoras...


No faltaban vecinos consagrados a la venta al por menor de: aceite, carbón, frutos secos, aguardiente...

Otros actuaban como vendedores ambulantes de palmitos, higos chumbos, pejereyes, Chochos, (Altramuces), camarones, aceitunas, búcaros,  (botijos en finolis). Siendo digno de destacar los pregones por lo ingenioso y con buen cante, frecuentemente, que despertaban el apetito a la gente aficionada a su mercancía.

El lavado se verificaba en las "pilas", (lebrillos de barro), con refregador de madera, alineados o barreños fuera o dentro de la "sala". El planchado se hacía dentro, con planchas calentadas con carbón. Los enseres corrientes: cama de matrimonio, un ropero, mesa 4 ó 6 sillas, cama-mueble, un velón y una palmatoria, unos elementales cacharros de cocina, cubiertos platos y vasos, un baúl que hacía de asiento también, y el canasto de ropas sucias, un almanaque con santo, fotos de boda o comunión en las paredes y la escoba y recogedor, tras la puerta. A veces, la "sala" tenía un "soberao", especie de doble techo más o menos bajo, de usos diversos, (entre los que cabía poner un colchón y dormir los cachavales, a un mini-trastero), y así descongestionaban el espacio de más uso.

Por aquellas calendas, era frecuente el analfabetismo, no era raro que el zapatero remendón supiese leer, era el "hombre de letras" de la época, un tipo curioso hasta no hace mucho. Acostumbraba a leer las cartas de los novios que estaban haciendo el Servicio Militar en otras ciudades a las jovencitas, de los hijos emigrados a otros lugares, los impresos oficiales para desentrañar su contenido, el hombre actuaba como lector y "escribidor" sobre los temas más diversos destinados a: el alcalde, parroquia, dueño del corral, ofrecimiento para trabajar, etc.

A las 10 de la mañana, ya todo el mundo estaban en sus puestos, fuera o dentro. Los chiquillos dando guerra a las madres, los muchachitos, que por su edad estaban exentos de oficio, se dedicaban a jugar: al toro, (frecuente por entonces), a la pelota, otros organizaban las tremendas "pedreas", (ya lo recogimos en este blog "RECUERDOS: LOS JUEGOS INFANTILES, I"-con fecha; 15 de abril 2013- Etiquetas: "Hª y Curiosidades de Sevilla" "Curiosidades" y "Temas Sevillanos",  no tienen desperdicio, créanme. Algunos iban a la "Miga", es decir, una especie de escuelita, donde una vecina con ciertos conocimientos básicos se prestaba para enseñarles las primeras letras y números, y los tenía "recogios" de la calle, mientras sus madres trabajaban fuera, a cambio  de unos reales al mes, también era costumbre en pueblecitos andaluces, los que por su edad no iban al colegio ni trabajaban.

Las mujeres se consagraban a la casa, ir a la "plasa", hacer la comida, lavar, planchar...¿Qué se comía hace un siglo?  Reunidos a la mesa se degustaban: sopas, potajes de legumbres, guisos de patatas, (a veces, "viudas"), gazpacho en verano y algunas ensaladas, era frecuente ir al freidor por "pescaíto" frito y tomarlo con una cerveza en un bar cercano al fresquito. ¿quién se ponía a freir con la "caló que asía en Sevilla pá sená"? frutas, a veces, del "tiempo" y puchero en invierno, no siempre con "tó lo avío". (En la postguerra fue horrible, especialmente, el año 1940, que pasó a la Historia como: "El año del Hambre").

La carne no frecuentaba las cocinitas aquellas. El jornal medio de entonces era de ocho reales; de la cantidad se apartaba un real para el alquiler, medio real para el alumbrado, así como para el tabaco, dos para el pan, una perra gorda para carbón, lo demás quedaba para ir "juntando" para vestir y calzar, y para el teatro, ver los toros  o CaFé Cantante. Claro que había que añadir al sueldo del cabeza de familia lo que ganaba la mujer y algunos hijos como mozo de almacén, oficiales, etc. Con este dinerito subsistía una familia de entonces, por supuesto, estrechamente, en todos los aspectos, pero bien.

Después, el obrero, por lo general cansado, se acostaba y su mujer, aguantando al sueño que le vencía, quedaba cosiendo o remendando los trapos. La juventud pasaba casi siempre las primeras horas del atadecer diálogando o "pelando la pava". Raro era el corral que no tenía un "animador" nocturno que se dedicaba a visitar las tabernas, llegando tarde y originando el natural alboroto.

No todo eran limitaciones y dificultades; en el corral también se daban horas de alegría y fiestas colectivas o familiares, representadas en las populares Cruces de Mayo, bautizos, bodas, etc. 

Los bautizos y matrimonios eran motivos de grandes fiestas hace 100 años y también ahora, pero se viven de otra manera, aquellas eran mucho más familiar, modestas y todos se volcaban. En el siglo pasado al nacer una criatura todos los vecinos solemnizaban el suceso, considerándose como invitados a la ceremonia religiosa y a la fiesta posterior. En la organización de todo la figura de la madrina y padrino eran las que destacaban. Nada se hacía sin el visto bueno de la madrina, es decir, de la comadre, (término de uso corriente entre vecinos que se aprecian), muy sevillano el apelativo, especialmente trianero. Las demás vecinas escamondaban el suelo, preparaban las sábanas más blancas y la colcha más bonita, llenaban a la parturienta de cuidados solícitos, de medicinas, caldos con "tó lo avíos", chocolate, sardinas ("que daba mucha leche"). El padrino, organizaba la fiesta con la madrina y era al que le correspondía pagar todos los gastos del bautizo y obsequiar a los invitados, y era costumbre hacerle un regalo a la madre y a la criatura. Al anochecer daba comienzo la celebración, participando todos los parientes y vecinos del corral, ya que viviendo en la misma casa y con buena convivencia se consideraban parte de la familia, era la costumbre. A la iglesia iban algunos parientes, los padrinos con la criatura, la madre se quedaba en casa, acompañada de su madre, y otras vecinas. Al salir de la iglesia el padrino estaba obligado a "echar el pelón", es decir, a arrojar a la chiquillería algunos cuartos y ochavos que los chavalitos se disputaban con ahínco y gran jolg0rio. Al regrasar al corral, la madrina, con el crío en brazos y seguida por vecinas se acercaba a la cama donde estaba la madre  y presentándole al recién bautizado le decía: -"Comadre, aquí tiene Vd. a su hijo, me lo entregó moro y se lo devuelvo cristiano"-.


 ¿A cuántos seguidores le he refrescado la memoria?

Especialmente dedicado a los que cumplieron los cuarenta en adelante...


Continuará.


Datos históricos basados en:

"Los Corrales "

Fco Morales Padrón.