sábado, 8 de marzo de 2014

LOS BAÑOS DEL DR. MURGA: LA SEVILLA QUE SE NOS FUE, V

¡Aguita fresca!
                                                                



Siempre me gustaba estar con mis mayores, especialmente cuando estaban  reunidos sentados en el patio de nuestra casa de Cádiz, con las mecedoras de rejillas entre macetones de pilistras, jazmines y una palmera y el inseparable búcaro, (botijo), en finolis, para beber agua fresquita. Por ellos me enteré y os contaré muchas cosas que de otra manera, no lo hubiera conocido por mi edad.                           

En Sevilla, en el piso de la calle Feria, me contaban que para disponer de gas, se echaba una moneda que tenía algo así como una hora de tiempo. Cuando empezaba a debilitarse la intensidad de la luz, era el aviso que pronto había que echar otra moneda si querímos seguir consumiendo. El depósito de las monedas estaba calculado para un mes. La Compañía de Gas tenía a un empleado que las recogía. La luz de gas no era la única por aquellos tiempos, también se usaba mucho el quinquel, que tenía en torno una especie de "camisilla"que se alimentaba de petróleo y daba bastante luz, se cubría con un tubo de cristal, abierto por arriba.
El velón, haciendo su "faena".

Así como el entrañable velón de aceite, recipiente con cuatro tubitos laterales por los cuales asomaban una mecha que se encendía. Daba luz para trabajar en diversas cosas, escribir muy aceptablemente. Casi siempre eran de Lucena de Córdoba, de cobre y los había muy artísticos, siempre provistos de un pie y asa para transportarlos.

Otro artilugio luminoso era la "capuchina", también de cobre, pero de una sola mecha. Estaba por aquellas calendas la clásica palmatoria, por lo general, para la mesilla de noche, era como un platito con asa y un cilindro hueco donde se depositaba la vela. Al lado, una caja de cerillas, era para encender, permitían una tenue luz para vigilar a los niños si se destapaban o querían agua, etc...

Otra tenue luz era la inolvidable "mariposa". Se ponía un vaso o taza con agua y aceite, se echaba y flotaba con una mecha pequeña, sostenida por un finísimo corcho circular, como el del papel, del diámetro de una moneda (de dos reales), duraba toda la noche.

Por el mes de mayo, (el mes de María), se encendían "mariposas" por devoción, así como en noviembre, a las Ánimas Benditas, tradiciones que hoy rara es la casa que las mantienen.

Sin olvidar el popular candil de hojalata o hierro, elaborado en la Cava de los Gitanos en Triana.

En un recipiente  de hierro, con un pequeño orificio, se echaba un trozo de mineral de carburo y agua, lo que desprendía un gas que prendía por una cerilla, era una luz muy blanca. Una curiosidad sobre esto: éste residuo era muy apreciado para blanquear las paredes, porque tenía grandes propiedades insecticidas. La gente obrera iba a las industrias y talleres de entonces donde se usaba el carburo, al blanquear, la sala o dormitorios, eliminaban la mayoría de moscas, chinches y otros "animalitos" ¡Qué cosas!

Entre los utencilios y muebles de antaño había frecuentemente, arcas, baules y roperos, (no existían los armarios empotrados de hoy). También estaba la popular cómoda, con tapa de mármol y varios cajones. En el cajón superior, mi abuela guardaba las prendas de interiores de mayor uso.
en el segundo, ropas de niños, en el tercero, ropas de camas, en el último, los mantones de Manila, (legítimos), y los documentos.

En el trastero, había un mueble olvidado hoy por completo: el palanganero. Era donde teníamos la palangana para el aseo, (no había lavabos de cerámica con agua caliente, como desde hace varias décadas. En el mueble, debajo había un cubo para recibir el agua sucia, a un lado, un colgadero para la toalla y un jarrón grande para el agua limpia. Me imagino a mis abuelos en la "faena"!                     

Mi bisaabuela, tenía un tocador con espejitos, cajoncitos varios, tapa de mármol y una pequeña palanganita de china, con jabonera y jabón perfumado. Mi bisaabuelo usaba el jabón "de toda la vida", los otros, decía, que eran una mariconada.
                                   
Casa de Baños, Dr. Murga.
Por aquellas calendas la gente, con dificultades de no disponer de agua corriente, no practicaba el aseo con generosidad, no se bañaban talmente pero sí se aseaban, (no a diario, pero lo hacían). En las casas de postín, era un lujo tener un cuarto de baño, me decían que a principios del siglo XX eran contadas las bañeras, ellos las llamaban "tinas". La gente obrera iban a bañarse a la playa de María Trifulca, con el buen tiempo. También se usaban por higiene los Baños del Dr. Murga, en la calle Marqués de Pradas. 
(Lamentablemente, ya no existe el magnifico edificio, una nueva e incalificable atrocidad a nuestro rico Patrimonio).
En los Baños del Dr. Murga, había varias salitas con bañera y lavabo y agua caliente y fría. Si alguién no podía desplazarse a estos baños para su higiene, se avisaba a la Casa de Baños y enviaban a cuatro hombres con un carro y una "tina" a la vivienda del paciente.

Yo, si algún día tuviera suficiente dinero, me haría una casa con azotea, y patio con aljibe. ¡Que despropósito y desperdicio suprimirlas!

Aljibe, frecuente hasta el siglo XIX.

El tema de la calefacción, no tiene desperdicio. Se las apañaban bien nuestros abuelos. Era costumbre templar la sala con la "copa", (brasero), con abundante cisco-picón bien encendidos, que se compraba en las numerosas carbonerias de los barrios.
"copa" humilde.
Se solía poner una especie de "sombrero" de alambre para evitar que cayera cosas a la lumbre accidentalmente, también se usaba con ella, la mesa-camilla. En las casas señoriales, había varias, eran de bronce muy artísticas, brillantes y grandes, al lado, una especie de "pala" pequeña a la que llamaban "badila".



En mi casa, que era grande, teníamos tres...


Continuará...



Mi amiga y seguidora, Margarita, elaboró una entrada reciente sobre los Baños del Dr. Murga que os la recomiendo, cuyo blog es:

http://alaorilladelriobetis.blogspot.com