domingo, 4 de noviembre de 2012

LA SEVILLA QUE SE NOS FUE: EL DITERO

                                                                                                                        








En la Sevilla de postguerra fue muy popular un personaje: el ditero. Era un hombre o mujer, (las menos), paciente, y bondadoso, aunque para algunos, era un "esaborío": Se trataba de un verdadero mercadillo ambulante. Sobre sus hombros, solía llevar cortes de piqué, hules, paquetes de bragas, calcetines, calzoncillos de popelina, peroles, y parece mentira, pero aún le quedaba espacio libre para llevar bien sujeta-por aquello de los "afanaores"-su famosa y voluminosa libreta de los tornillos, en la cual apuntaba las ditas y el debe y el haber de la clientela, en su mayoría la formaban las "marías". Aquello sí que era, auténticas "tarjetas de créditos" y no las de hoy en día. No había necesidad de tener una cuenta bancaria, no se precisaban avalistas...y era a domicilio ¡Arsa yá! 

Cuando la semana andaba "flojita" y apenas había para poner una perola con papas viudas, pues se decía con carita de pena un -"ya te pagaré la semana que viene, miarma-".

Por esto, sin dudas, el ditero se ganó la mala "sombra", porque nos recordaba que teníamos que apoquinar y en aquellos tiempos la vida estaba "mú achuchá" y costaba mucho trabajo ir pagandole. Su clientela más abundante eran los que vivían en los corrales de vecinos, (pero también algunos residentes en casas de pisos de alquiler).

Vox populis era llamado "El Longines", por su cita cabal y puntual en el día concertado de la semana. En cuanto aparecía por el patio de vecinos y la economía estaba "mú malita"como para desprenderse de los diez o doce reales acordados las "marías" avisaban corriendo a aquellas que tenían más problemas, dándose trazas de "putería mala" a escurrirse de la vista, escondiéndose en los sitios más increíbles, a veces, pasaban situaciones como las que os voy a relatar:-"Niño, dile a tu madre que sarga, que está aquí er ditero"-. El niño, más adiestrado en responder a diteros, cobradores de la luz, etc, le contestaba muy tranquilo, pero sin adivinar que el ditero ya había descubierto el escondite: -"Mi madre no está , sa dío pá la plasa"-.
-"¿Sí hijo?-le contestaba el ditero, con más tiros encima que la escopeta de la Feria.
"-Pues dile cuando güerba que é venio y que a vé cuando me compra una cuartiya má pá la cortina, pós se le están viendo lo pié por debajo de la que tiene colocá-Venga, Pepa, miá que ponerme ar niño pá desirme que no te quea parné pá pagarme esta semana! Y Pepa, colorá como un tomate del Altozano, salía diciendo con palabras atropelladas su retahíla habitual: -"Tú tranquilo, sentraña. Pá la semana que viene lo primerito que hago es reservá tu dinerito, que vaya tela la semanita que yebamo, que ar lantonio entoabía no lan pagao, er tío sieso der capatá-".

Estos casos eran fetén: "verídicos" como la vida misma y los chistes del inolvidable Gandía. El pobre ditero desarmado cerraba la libreta de los tornillos y seguía su camino, esperando en la otra sala sí le "apoquinaran". El ditero solía ser centro de sátiras,  comentarios jocosos y motes sobre la marcha: "El Malasombra" por sus apariciones, "El Longines" por su puntualidad, El Canijo", por lo enclenque, etc...

Las familias no deudoras, las feténes, que solían pagar religiosamente, les tenían gran afecto y les contaban algo de sus casas.
-"Mira Paco, a vé si me trae la otra vé que venga una copa, (Brasero), pá podé pasá esto frío tan canallas-. 

Y a la semana aparecía por el patio de a casa de vecinos, "El Longines" con el braserito nuevo:-"Niñaaaaa, que yá e venio, sá Josefita-" -"Mira hijo, pónmelo corto que ya sabe que no me gusta debé ná, ¡A cuatro vese!-"
Y Paco sonriente por el trato abría su libreta de tornillos y se quitaba el lápiz de la oreja para apuntar-"Éa, pos ya está echo. chiquilla: Josefita, la del treinta y ocho del corral de La Parra, que su marío trabajaba en los ferrocarriles...
-"Pós con Dió, Josefita"-.
-"Que Dió se te lo pague, Paco-".

Indudablemente eran otros tiempos. Por entonces el ditero era como un fantasma  para las que siempre vivían muy apuradas. El objetivo inmediato, si había suerte, era librarse de él.

(Yo no conocí este anuncio de una publiación sevillana del año 1948:

"Juega en esta lotería
si quieres ganar dinero,
y tendrá la alegría ,
cuando aparezca el lotero,
usted pueda decir tranquilo:
¡Se acabaron los diteros!

A veces, el ditero era el paño de lágrimas de algunas familias sevillanas. Hasta no hace mucho tiempo aquel  "monstruo" de los corrales y casa de pisos, pasó a la historia su figura y su libreta de tornillos.
La vox populis nos trajo unas letras en métrica de seguidillas, que puede ser la "sevillana" nostálgica que hoy recordamos en honor de tan memorable trabajador de la economía de postguerra:  

"No llores tú sentraña, 
por el dinero,
que siempre habrá vacante
algún dinero.

Luego, el chiquillo 
te apunta en la libreta
de los tornillos..."

Hace ya un tiempo, media Sevilla y parte de la otra media tienen trampas "pá cazar leones": casi todos tarjetas de créditos, y por eso, nos creemos gente de postín. Con algunas salvedades, por la esquina de la añoranza-¡Cuántos darían algo valioso por volver a ella! Cuando se escuchaba por los patios de los corrales el pregón lejano en el tiempo:
-"Niñaaaaa, que traigo lo plato, tasone, porvera, vinagrera, media, "vichí", manta, mantele de hule, braserooooooo"...
Y pum, leñazo enorme contra el suelo, para que con el ruido salieran las "marías" a ver su pequeño almacén ambulante...

Hoy, desde mi modestito blog, le hago un merecido homenaje a este personaje entrañable que simbolizó toda una época de  "La Sevilla que se nos fue".     

     




                                                                                                    











Jiménez Díaz.
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