miércoles, 24 de octubre de 2012

* RELATO BREVE *






El día en que mi padre cumplió sus 70 años, le hice una carta "artística" y se la envié con mis parabienes y unas moralejas filiares. Le enumeré las cosas por las que todos deberíamos estar contentos en su nombre: el bienestar, la buena convivencia, relaciones amistosas duraderas, ilusiones y esperanzas diversas, retos superados...a todas luces, era un hombre feliz.

Más tarde le sugerí que ya era hora de que mamá y él se tomaran la vida con más calma. Por fin, en una casa cómoda y amplia, disfrutando de una pensión muy aceptable, debía aprovechar el resto de su tiempo en vivir con mayor tranquilidad. -"Relájate, papá, le cité. -"Ya tienes todo lo que deseabas!" Fue así como empezó su carta de respuesta, devolviéndome mis propias palabras a manera de voleo directo sobre la red, que es el golpe más difícil de contestar en el tenis.

-"Sé lo que me quisiste decir"- siguió- "y agradezco tu cariñoso interés; pero llevar un ritmo de vida más calmado me fastidia". Reconoció que a casi nadie le gusta transitar por una pendiente plena de baches (él conocía muy bien los malos caminos). -"Pero quizás lo peor que podría pasarnos sería ver cumplidos nuestros deseos, y que se acabaran los retos.

"La vida no consiste en tener todo lo que se desea, (eso es más relativo), sino luchar por conseguirlo. Cada tarea precisa requiere de un esfuerzo de la voluntad, de una planificación y estrategía para desarroyarla, y con cada acto algo de nosotros crece y se fortifica.

Niña, los mejores y más felices años de nuestra vida"-, se complació en recordar,-"no fueron cuando todas las deudas estuvieron pagadas por fin y las experiencias difíciles y arduas habían quedado atrás; tampoco cuando nos instalamos en mejor casa, más cómoda, amplia y libre de hipoteca. No; retrocedo muchos años, mi niña, cuando vivíamos en una casa pequeña donde estábamos más "apretados" y teníamos que levantarnos con el alba para ir a trabajar hasta el anochecer, eran tiempo muy difíciles y de privaciones, para así satisfacer nuestras necesidades elementales. Rara vez dormí más de seis horas. Pero lo que aún no logro explicarme es por qué jamás me cansé ni me sentí mejor que en esa época. Creo que la respuesta es que luchábamos para sobrevivir, haciendo una piña, para protejer y sustentar a los que queremos compartiendo todo...

No, aún no había terminado de enmendarme la plana. Seguía: -"En este asunto de luchar por lograr lo que se desea, lo importante no son los grandes momentos, aunque lo valoramos, sino las victorias parciales, los estancamientos, las esperas...y claro, incluso las derrotas. Mira, si alguna vez fuéramos tan desafortunados de tenerlo todo, seríamos simples espectadores, y no participantes de la vida. Hija, lo que cuenta es el viaje; no el arribo".

Su carta concluía con una petición:-"Niña, en mi próximo cumpleaños, sólo aconséjame despertar y entrar en actividad, porque entonces dispondré de un año menos para hacer lo que debo hacer...y tengo una larga lista de tareas pendientes.

Vinieron otros cumpleaños y mamá me citó las palabras de C. Rossetti, sobre mi padre: "¿Es siempre cuesta arriba el trayecto? Sí; hasta el final"

Me enseñó a ser una luchadora, y con los años, aún voy por el sendero de la vida, siempre cuesta arriba...hasta el final.